Balance del Gobierno
Antes de la pureza
En conversaciones entre dirigentes políticos es recurrente lamentarse por el deterioro de imagen que está sufriendo la actividad política. Hace años participar en la construcción de España aportaba prestigio, la posibilidad de escribir algunas letras del libro de la historia colectiva.
Sin embargo, la impotencia ante la crisis económica, las prácticas cainitas dentro de los partidos, en los que resultaba más difícil colocarse en la casilla de salida que obtener el voto de los ciudadanos, la mediocridad en el debate y la corrupción, han abierto el camino de la desconfianza de la mayoría de la sociedad.
En España se confunde a menudo el debate de ideas con el ataque a quien las defiende, de manera que el tiro al plato o a la persona se ha convertido en el deporte favorito en los ámbitos mediáticos y foros políticos. Si a todo esto le sumamos la incoherencia, los tacticismos y las luchas descarnadas por el poder en las organizaciones, el resultado es desolador.
Últimamente, el Sr. Pedro Sánchez ha sido criticado por radical, incluso por quienes le apoyaron hasta el último momento. Para él, Podemos ya no es populismo y quizá Ciudadanos ha vuelto a ser la «marca blanca» del PP, además considera que la dirección del PSOE actual es de «derechas».
Los que conocimos al Sr. Sánchez antes de su actual estado de «pureza» aún recordamos sus duras intervenciones en las que nos recriminaba a los socialistas madrileños las posiciones de defensa de la sanidad pública, que estuviéramos a favor de la renta mínima de subsistencia o contra la privatización de Telemadrid y el Canal de Isabel II.
Según él, estas propuestas estaban muy escoradas a la izquierda y consideraba que un electorado moderado como el madrileño necesitaba otro discurso y otros líderes que lo encarnasen. Curiosamente, ahora representan un PSOE de derechas los que defienden lo mismo que hace seis años él llamaba «la cuevita de la izquierda».
No es la única incoherencia en la política española. El Sr. Íñigo Errejón hace poco más de un año y medio era un santón de la auténtica izquierda, venerado por muchos descubre talentos, de esos que participan en tertulias televisivas, incluso alguna destacada articulista de un periódico nacional llegó a calificarle como el Gramsci del nuevo tiempo. Pues bien, hoy está en la segunda bancada de su grupo por sospechoso de socialdemócrata y moderado que, en lenguaje podemita, viene a ser lo mismo que ser un poco de derechas.
Lo que ocurre es que el Sr. Pablo Iglesias lleva intentando ganar al PSOE desde antes del 11-M y en un momento determinado se dio cuenta de que para conseguirlo debía seducir al electorado socialista y esto sólo era posible con un discurso socialdemócrata y no con uno comunista.
La verdad es que lo intentó con esmero, incluso muchos votantes le creyeron y le apoyaron, pero ante la falta de éxito en el fracasado «sorpasso» ha decidido quitarse la careta y abrazar sus auténticas convicciones, que para perder no merece la pena estar metido en unos zapatos que te hacen daño. El Sr. Iglesias es comunista y eso es muy legítimo, pero lo honesto es defenderlo y no intentar camuflarlo.
Es decir, que al Sr. Sánchez le gusta más Podemos que el PSOE, y las ideas del Sr. Errejón se sitúan más próximas al PSOE que a Podemos. Están poniendo difícil a los ciudadanos volver a confiar en la política.
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