Lucas Haurie

Antifascistas

El sábado por la tarde, el centro de Sevilla fue convertido en el escenario de una batalla campal por dos cuadrillas de becerros. Posiblemente, serán los mismos idiotas que dentro de tres semanas se peleen con la excusa del derbi futbolístico pero esta vez no iban disfrazados los antisociales de sevillistas ni de béticos, sino de guerrilleros de Cristo Rey y de kaleborrokas del Che Guevara, dos formas similares de una idéntica estupidez. Pero el lenguaje es perverso y el lenguaje periodístico en la España de hoy, perversamente izquierdista, de modo que los vándalos se dividieron en fascistas (ese término-comodín del todo peyorativo que ha quedado despojado de matices) y antifascistas (con toda la carga de comprensión que conlleva el prefijo que opone a la palabra satanizada). Con independencia de que sólo una de las manifestaciones estaba debidamente autorizada, eludo especificación porque es irrelevante y para no dañar los castos ojos de nuestros progres de guardia, combinemos la etimología con la memoria histórica. El único grupo explícitamente antifascista de nuestra historia reciente, GRAPO, cuenta con más de ochenta muertos en su expediente; una cantidad astronómica comparada con la causada por la violencia de extrema derecha, denominada justamente fascista pero con el mismo tino (y distintas connotaciones) podría ser tildada de anticomunista. Aunque no conviene confundir a los pistoleros ágrafos de la matanza de abogados de Atocha con los heroicos opositores a los hermanos Castro, dicho sea por distinguir entre anticomunistas. Pues distingamos también entre la Brigada Lincoln y los desaseados bufonescos del 15-M.