Enrique López
Apocalípticos
Hoy es un día muy importante para los cristianos. Vamos a festejar el nacimiento y la llegada de Jesús a la tierra, aquél que representa para muchos personas el sustento espiritual y en donde desembocamos nuestra fe. Alguien que es fiel representante de la nobleza, la sencillez, sabiduría, el sacrificio y quien posee en su plenitud el maravilloso don de amar y perdonar. Ésta es una navidad que vivimos en un momento truculento, pero si echamos la vista atrás, no diferente a otros y, al igual que recordamos aquellos con el sentimiento que genera la superación, algún día lo haremos de igual manera. Pero de forma recurrente, aparecen personajes y movimientos cuyo único fin es vaticinar el fin el mundo y construyen todo un pensamiento pretendidamente filosófico en torno a ello: el seguro apocalipsis exterminador. El problema no es éste en sí mismo, puesto que si se queda en una mera exposición, no pasa nada. El verdadero problema surge cuando se pasa a la acción y se inspira a mucha gente a cambiar su vida a prepararse para el temido fin del mundo, generando ansiedad, desasosiego y en algunos casos, como hemos visto recientemente, auténticas psicosis que han desembocado en muertes y suicidios. Algo habrá que hacer contra estos movimientos tan peligrosos en una sociedad como la nuestra. Pero, por otro lado, la humanidad desde antiguo, y los cristianos no somos una excepción, siempre se ha estado preparando para cambios y transformaciones, en concreto para una gran transformación purificadora. En nuestro caso, el juicio final. A raíz de una errónea lectura del calendario maya, algunos vaticinaron el fin el mundo precisamente en este último solsticio de invierno y ello sobre la base de algunas indicaciones temporales, que, con mayor o menor desarrollo, podemos encontrar en la cultura de los indios americanos hopis, el hinduismo y los antiguos chinos. Aquí seguimos, y un año más, podemos celebrar el nacimiento de Jesús y habrá que esperar a otro fenómeno temporal para que estos apocalípticos vuelvan a hacer su agosto. Pero la cultura Hopi nos habla de un día en el que llegará la gran purificación y por ello una delegación de líderes hopis acudió a Naciones Unidas en 1959 para advertir de los errores que se están cometiendo en los tiempos modernos, los cuales provocarán que el gran espíritu ordene la destrucción. El apocalipsis descrita en la Biblia también adelanta un caos comercial y luego político en las siete naciones antes de la llegada de la bestia. En suma, con un cierto riesgo de simplificación, podíamos llegar a la conclusión de que estos mensajes apocalípticos, los serios, nos están previniendo ante un mundo banal, sin valores, hedonista, profundamente corrompido, en lo moral, en lo político y en lo económico. Lo que nos están es advirtiendo de la necesidad de purificarlo, de evolucionar y por eso todas estas profecías siempre hablan de un nuevo mundo, que no sería más que éste, pero con personas mejores. Quizá el apocalipsis no es más que una llamada a reflexionar, a mirar en nuestro interior, y el de nuestras sociedades, y analizar todo y lo mucho que estamos haciendo mal. Es como una última oportunidad de evolucionar hacia el bien, hacia lo positivo, hacia los verdaderos valores humanos, compartidos por todas las sanas creencias, y cambiar, y transformarnos y transformar nuestras sociedades hacia el bien. Siendo mucho más atrevido, ¿no es algo de eso lo que está ocurriendo tras la última crisis económica? Quizá no nos estamos dando cuenta, pero la globalización ha traído una gran interdependencia económica en el mundo –lo que Europa y especialmente España padecen–, pero a la vez se está generando un alto grado de compromiso y solidaridad entre las naciones. Es cierto que a veces movidos por un mero afán de supervivencia, pero es lo que hace que en Europa estemos preocupados por Grecia, que Europa y EEUU estén preocupados por España e Italia, y pronto por Francia. Todo ello para evitar la única solución que hasta ahora hemos encontrado a las crisis económicas mundiales: las grandes guerras. En el hipotético caso de una tercera guerra mundial, sería devastadora y casi apocalíptica, donde todas las imágenes descritas en el apocalipsis bíblico o en cualquier otro, como la de los hopis, se convertirían en realidad –monstruos saliendo de los mares, grandes bolas de fuego en el cielo, serpientes de hierro ardiendo sobre la faz de la tierra–. En definitiva, todos y cada y uno de los ingenios militares que el hombre ha desarrollado. Por ello, estamos en un momento de cambio, un momento que los mayas, los hindús, los hopis y los viejos chinos vaticinaron, coincidiendo de una manera increíble en el actual marco temporal. Por ello, ha llegado el tiempo de la solidaridad, la entrega, el sacrificio y la responsabilidad. En suma, la trasformación hacia un nuevo mundo y no el fin del mundo.
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