Las correcciones

Por qué decimos amistad cuando queremos decir vasallaje

Es una asociación estratégica que conviene a ambos, pero que cojea cada vez más a favor de Pekín

«La amistad eterna entre países no existe. Sólo existe el interés propio eterno», dice un viejo refrán que se utiliza tanto en China como en Occidente. El presidente ruso, Vladimir Putin, está de visita en Pekín en su primer viaje al extranjero desde que ganó un quinto mandato en unas elecciones marcadas por la abrupta desaparición del destacado opositor Alexei Navalni en una cárcel de Siberia. La visita de Estado de Putin supone su 43º encuentro con Xi. Históricamente las relaciones sinorrusas han oscilado entre el apoyo mutuo, la competencia ideológica e incluso la hostilidad abierta, pero desde el regreso del exespía de la KGB a la presidencia de la Federación de Rusia en 2012 y la llegada al poder del presidente chino en 2013, la unión entre los dos países se ha reforzado para tratar de desbancar a Estados Unidos como potencia hegemónica en el tablero global.

Tras la anexión ilegal de la península ucraniana de Crimea por parte de Rusia en 2014, el Kremlin pivotó hacia Pekín en un intento de proteger su economía de las sanciones occidentales. Menos de tres semanas antes de que los tanques rusos entraran en Ucrania en febrero de 2022, Putin y Xi declararon que la amistad entre los dos países «no tiene límites» y que no hay «áreas prohibidas de cooperación». Mientras el mundo se preguntaba por el apetito militar el amo del Kremlin para traer de nuevo la guerra convencional a Europa, Putin compartía sus planes expansionistas con su homólogo chino. Desde entonces, los lazos económicos se han estrechado con un trasiego de reuniones diplomáticas, políticas y empresariales. Este acercamiento en plena guerra de Ucrania probablemente sea uno de los ejemplos más claros del deseo de China de remodelar la geopolítica mundial a su favor utilizando el comercio, y a expensas de Estados Unidos.

Pekín ha proporcionado un salvavidas a la economía rusa desde 2022 suministrándole productos electrónicos y componentes clave para la fabricación de armamento. Pero mientras China representa alrededor del 33% del comercio total de Rusia, este país solo supone el 4% del comercio de China, según datos oficiales. Los analistas advierten de que se trata de una asociación estratégica que conviene a ambos, pero que cojea cada vez más a favor de Pekín. «China no sólo es el socio más poderoso, sino también el que tiene más opciones, y la guerra lo ha exacerbado», declara Alexander Gabuev, director del Carnegie Rusia Eurasia Centro de Berlín, al «The Wall Street Journal». Rusia no es un amigo, es un vasallo, concluye. El Kremlin por supuesto niega esta asimetría, pero los hechos son irrefutables. Washington y Bruselas han amenazado a Pekín con sanciones si contribuye a engrasar la máquina de guerra rusa, por lo que pueden producirse todavía más ajustes, pero en ningún caso Xi Jinping dejará caer a Putin.

En Occidente crece la preocupación de que, a medida que China apuntala la economía de guerra rusa, Moscú avanza en una guerra de desgaste en Ucrania mientras Europa y EE UU titubean a la hora de suministrar armas a su aliado. Sea una relación de amistad mutua o de vasallaje, China y Rusia están dando forma a un nuevo orden alternativo. No es una aspiración sino un proyecto en construcción que pone sus primeros cimientos en Ucrania.