Religion

Asunción

La Razón
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Era el nombre de mi madre y por eso siento una especial devoción a esa advocación mariana. No soy desde luego el único porque la geografía española está sembrada de catedrales, santuarios y ermitas dedicadas a la Asunción a los cielos de María. Y fuera de nuestras fronteras sucede algo similar de manera que su fiesta es sino la más al menos una de las más populares en todo el mundo católico.

No es este el lugar para iluminar el itinerario teológico que llevó al Papa Pio XII a declarar el 1 de noviembre de 1950 como dogma de la fe católica la Asunción de la Virgen «en cuerpo y alma a la gloria del cielo». Digamos que la definición dogmática llegó después de que durante siglos las iglesias cristianas, de modo muy especial las de rito oriental, hubiesen incorporado esta verdad a sus creencias.

Es particularmente hermosa la tradición artística de la «dormición de la Virgen» recogida en iconos bizantinos de los primeros siglos. En la constitución apostólica el Papa Pacelli afirma que la asunción tuvo lugar una vez «terminado el curso de su vida terrenal» y no se pronuncia sobre si María fue liberada del trance de la muerte como han sostenido teólogos y artistas de todos los tiempos.

La fiesta de la Asunción coincide en Italia con el «ferragosto» y en los países occidentales con el periodo de las grandes vacaciones estivales. Ha perdido, en consecuencia, una buena parte de su carácter popular pero en muchas localidades la «Virgen de agosto» sigue siendo ocasión de peregrinaciones y manifestaciones muy arraigadas en la sicología popular.

En todo caso la Asunción de María es una fiesta de esperanza porque se nos ofrece como un anticipo de lo que nos espera al final de una nuestra existencia terrena; ella, como recuerda el Catecismo de la Iglesia católica, no tuvo que esperar la «resurrección de la carne» para subir al cielo y podríamos decir que nos ha abierto ese camino dando así un sentido esperanzado a nuestro peregrinar.