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Ayeres

La Razón
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No se me ocurre mejor manera de pasar a la eternidad que besando, aunque sea a un extraño, de improviso y sin mediar palabra. El escritor venezolano Arturo Uslar Pietri creía que la eternidad es «esta permanencia de ayeres sin mañana en la memoria». Y aquí estamos, colmados de ayeres que pueblan nuestra memoria. Pero, a veces, esa fábrica de recuerdos se agita y los ayeres nos llegan en forma de tsunami a nuestros días.

Hace unas horas, murió Greta Zimmer Friedman, la enfermera que se dejó besar por un soldado en Times Square tras conocer el final de la Segunda Guerra Mundial. Contradiciendo la creencia de que tres son multitud, aquel 14 de agosto de 1945, el fotógrafo de la revista «Life» Alfred Eisenstaedt también estaba allí y no dudó en inmortalizar el beso robado que selló una guerra mundial. Unos segundos de improvisación y toda una vida como imagen icónica de un momento histórico. Un instante de eternidad cogido al vuelo, en un flash, sin más pensamiento que el impulso. Un beso que sobrevivirá al tiempo, a cualquier tiempo, incluso a sus protagonistas. Si lo piensa, la historia de las grandes historias de nuestra Historia se rigen por esa máxima: estar en el momento justo en el lugar adecuado. No hay mayor misterio. Tuvo que pasar medio siglo para que conociéramos la identidad de la pareja. George era un soldado que se encontraba en el cine cuando se enteró que la guerra había terminado y que no tendría que volver al campo de batalla. Greta era austriaca, todo un guiño del destino para finiquitar uno de los periodos más oscuros de la historia de la humanidad protagonizada por otro austriaco de innoble recuerdo. La noticia pedía calle y allí se encontraron como los desconocidos que eran. El marinero autor del beso robado más famoso de la historia cogió a Greta por la cintura y la envolvió en un abrazo contorsionista que la espalda de la joven resistió. Seguro que George Mendonza, que hoy presume de 89 años en su casa de Rhode Island, vive la muerte de Greta de otra manera. Seguro que él, más que nadie, tiene la memoria repleta de ayeres.