Cástor Díaz Barrado

Bienvenido, mister Marshall

Bienvenido, mister Marshall
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El informe presentado por el comité de expertos, nombrado por el Ministerio de Educación, para evaluar el futuro de la universidad española y la reforma de nuestro sistema universitario no acierta. Nadie puede negar el esfuerzo y la dedicación que le hayan destinado sus autores pero el resultado es escaso. No son necesarios muchos conocimientos para saber cuál es el estado actual de la universidad española y su situación en comparación con las extranjeras. No es preciso insistir en la internacionalización de nuestros centros universitarios cuando, realmente, están suficientemente internacionalizados. La financiación adecuada y el buen hacer están en la base de las soluciones. No se resuelven los problemas nombrando a un rector extranjero que nos venga a enseñar lo que está bien y lo que está mal u otorgándole un poder «casi omnímodo». Ni, tampoco, desaparecerán todos los problemas que nos aquejan mediante la contratación de profesores de otros países que, en una visión equivocada de la realidad, considera, por esencia, mejor lo extraño que lo propio. La universidad española tiene muchas fortalezas que habría que destacar y tiene componentes académicos y científicos en los que estamos muy por encima de buena parte del resto de las universidades del mundo. Nuestras debilidades no son otras que las que se derivan, como reflejo, del funcionamiento de la propia sociedad española. Ningún comité y ningún órgano quiere poner los acentos allí donde es preciso. La universidad española es competitiva a nivel mundial pero, con seguridad, precisa de un saneamiento interno. No se valora el trabajo bien hecho ni la dedicación y los controles de calidad caminan en la dirección equivocada. La mera acumulación de certificados y la mayor importancia del continente frente al contenido en las publicaciones y los trabajos científicos desvirtúan la realidad. Tenemos una buena universidad pública en el plano internacional pero necesitamos «poner orden» en la casa, apoyar a quienes trabajan, respetar a quienes dirigen buenos equipos de investigación, y prescindir de quienes no contribuyen para nada al enriquecimiento educativo de España. Ésta es la reforma legal que necesitamos. No nos dejemos deslumbrar por rectores y profesores por el mero hecho de que sean extranjeros. No confiemos nuestros sueños, como en la obra cinematográfica de García Berlanga, a los que vienen de otras partes del mundo. Los universitarios españoles ya estamos en la escena internacional, lo único que tenemos que hacer es combatir nuestro «mal funcionamiento» interno, para que los extranjeros vengan a nuestro país y nuestros jóvenes, preparados y cualificados, no tengan que emigrar, como está sucediendo.