Constitución

«Botellón» constitucional

La Razón
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Con España en alegre fluir de días festivos nos han vuelto a colar lo de la reforma constitucional. Los días de fiesta con informativos tienen necesidad de «rellenos». La Gran Vía de Carmena por muy estrecha que quede no da para un debate con adobo de sesudo. Para que el personal se suba al palito de lo sublime hace falta algo tan rimbombante como la reforma constitucional. Llevamos en este cantar desde el primer aniversario. Se han hecho todo tipo de aproximaciones horteras a la evolución de la cuestión. Del «se pone de largo a los 18» a las preguntas de la EGB: «¿qué es la Constitución?» así «a pelo» y sin informe PISA. Nos descuidamos y la muchacha frisa la cuarentena. En este recorrido vital hemos pasado de las delirantes propuestas de nuevo demócrata al «snobismo indepe» de la «Constitución me oprime»... y ahí andan enfajados en sus entremeses esperando el referéndum. Por eso, estos días hemos escuchado que es necesario, urgente, pertinente lo de la reforma. Hay medios de comunicación que reúnen a padres, hermanastros y consumidores de la Constitución para analizar por dónde puede ir esa vuelta. Hay líderes políticos, como Rivera, que apelan a una épica medievalista y proclaman que hay que «ser valientes para buscar el consenso». En la casa PSOE el amo de las llaves, el «tal Fernández», al que conceden dotes curativas, bastante tiene con buscar el justo medio entre la prensa carnívora. Hasta Rajoy ha empezado a conjugar el verbo reformar, pero lo hace con espacios prohibidos. La igualdad y la soberanía no se tocan, no sea que se abra el melón y descubramos que ha salido «apepinao». Esto ha sido un «botellón» político que ha exaltado algo el verbo pero poco el significado y contenido. El debate de la reforma constitucional es un cóctel con vísperas de ruido. Los encajes y bolillos que haya que hacer para que la cuestión catalana no sea una cantinela a volumen brutal se pueden hacer fuera del marco constitucional, se deben. Tenemos ahí esa Conferencia de Presidentes que fue invento de Zapatero y bien pastoreada puede aplacar algún ánimo; la cuestión financiera puede convertir a Junqueras en estadista, y para el puente el nombramiento de Millo es un pilar sólido. Así que cuando el año que viene vuelvan, desconfíen, es puro placebo. Una reforma con todos sus avíos solo puede abordarse en el tramo final de la legislatura para desembocar en unas elecciones. Hasta entonces habrá que rodar estas fórmulas políticas de geometría y geografía variable y asentar la nueva modalidad tripartita constitucionalista.