El desafío independentista
Bronca en la Generalitat
El presidente de la Generalitat reunió por sorpresa el martes pasado a representantes de los partidos secesionistas para hacer un llamamiento a la unidad. Allí estaban los portavoces de Junts pel Sí, ERC, y de la CUP. Al encuentro se sumaron también Carme Forcadell, presidenta del Parlament, así como los vicepresidentes Junqueras y Romeva. Puigdemont pidió unidad en el proceso tras el desmarque de unos y otros. ¿Qué había pasado? Pues que la presión judicial sobre el referéndum independentista empezaba a dividir al Govern. Y es que el Tribunal Constitucional no solo había suspendido la partida de la consulta en los presupuestos catalanes, sino que estaba dispuesto a inhabilitar a los que firmaran la convocatoria del referéndum o los concursos que se pusieran en marcha para su celebración. Quizá por eso, la conclusión de la reunión fue que Puigdemont y Junqueras firmarían a partir de entonces todas las órdenes susceptibles de tener consecuencias judiciales.
Todo había empezado el Lunes Santo cuando el President dijo que Junqueras sabría como convocar el referéndum sorteando la suspensión del Constitucional. Quizá lo sabía, sí, pero el referéndum necesitaba de muchos pasos previos, y uno de ellos era firmar la compra de las urnas para que se celebrara. Al parecer Meritxell Borras, consejera de Governación, había pedido a Junqueras por escrito si debía convocar el concurso de licitación para comprar las urnas del referéndum. Junqueras, que no quiere ser inhabilitado de ninguna manera, se negó. Y así se llegó a la reunión del martes que, supuestamente, iba a poner orden hasta al menos después de las vacaciones. Pero mientras Puigdemont ponía paz y armonía entre unos y otros, Marta Rovira, secretaria general de ERC, dijo en Rac1 que la Generalitat estudiaba reclutar a trabajadores en paro para ser voluntarios en las mesas electorales. Y no es que Roviera pensara en hacer un favor a los catalanes en paro, que podría haber sido así. No: le faltó tiempo para añadir que así se protegía a los funcionarios de posibles multas e inhabilitaciones.
Las declaraciones de Rovira fueron contestadas inmediatamente por Neus Munté, la portavoz del Gobierno, que pronunció un solemne «No me consta» que dejó a su compañera de coalición en la estacada. Y lo mejor vino despúes. Añadió Munté: «Estamos analizando todos los escenarios pero los planes del Gobierno solo los puede explicar el Gobierno»). Bofetón a ERC y de paso a la coalición. Y cuando alguien le preguntó si todo aquello era por la firma de la compra de las urnas, Munté salió por peteneras y recordó que las deliberaciones del Ejecutivo eran secretas. Y remachó diciendo que en el Gobierno catalán había un «acuerdo total» sobre el referéndum. Pues menos mal que hay acuerdo... porque si llega a haber enfrentamiento ni firman las nóminas de los funcionarios.
Pero Rovira, además de ser la número dos de Junqueras, es la portavoz de Junts pel Sí. Y aquella reacción de Munté demostraba hasta que punto la pelea electoral no sólo está ya en marcha, sino que en ella los ciudadanos tendrán que decidir quien tiene la culpa de todo lo que se ha hecho mal en los últimos años en Cataluña.
Los que no se creen el lío son los de la CUP. No solo son conscientes de que para hacer un referéndum el Govern debe desobedecer, sino que ven como esa desobediencia ha puesto de perfil a sus socios de gobierno. Y por si éramos pocos, el gafe de Carter –de Jimmy Carter– aparece en escena. ¡Que la Pascua le pille a Puigdemont confesado!
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