Marta Robles
¿Castigos para las ofendidas?
Servidora es una defensora acérrima de las normas sociales e incluso de las reglas no escritas. Cómo no. Gracias a ellos superamos nuestra falta de virtud –no somos perfectos– y podemos relacionarnos entre nosotros sin destrozarnos. Las exigencias que delimiten los espacios y que defiendan los derechos de todos son imprescindibles; y entre ellas caben los códigos de vestuario, entendidos, sencillamente, como modos de conducta demandables en un momento señalado y en un lugar determinado. No debería ser lo mismo ir a tomar el sol a la playa que a un cóctel en una embajada. Metidos en los colegios, donde las relaciones adolescentes, además, parece que siempre andan a punto de poder estallar por nimiedades, el hecho de que se prohíban las camisetas con leyendas ofensivas, provocativas o racistas parece de sentido común. Sin embargo, ahora se cuestiona, incluso, si hay que prohibir los «skinny jeans». Ese veto de uso llega de EE UU, donde dicen que serviría para evitar el «bullying» a «las chicas más grandes». El «bullying» es un problema, está claro. Pero el que lo perpetra, sea a las chicas más grandes o a las más pequeñas, es capaz de atentar contra cualquiera por otra circunstancia. El problema no está en el pantalón ajustado, sino en que el justiciero de pacotilla no teme las consecuencias. Prohibir esa prenda de vestir, tan cómoda por otra parte, es un castigo para las chicas, no para quienes no saben comportarse. Es a ellos/as a quienes hay que sancionar su actitud de manera radical en cuanto se produzca. Si no, cuando desaparezcan los vaqueros «skinny» encontrarán otro motivo para sus ofensas. Y entonces qué, ¿volverán a ser las ofendidas las castigadas?
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