Paloma Pedrero
Ciegos a lo esencial
Por mucho que veamos un barco en la lejanía del mar o una letra mínima en un prospecto, nos educan para que seamos ciegos a lo esencial. A lo que tenemos dentro, a nuestra vera, a los otros. Y cuando preguntamos al progenitor, nos estampilla con un: «Es así porque lo digo yo». Porque me lo dijo mi padre, que levantaba pesados fardos y por eso mandaba en casa. Y algunos niños que nacen con la mirada impecable, responden: «No lo creo». Y los pobres progenitores, llenos de las carencias manifiestan que también lo dicen los expertos. «¿Y quiénes son esos?», preguntan los pequeños íntegros. Pues los estudiados, los políticos, los ricos, los jefes de las iglesias... Entonces el crío, exclama: «No estoy de acuerdo». Yo lo que veo en la televisión, en Internet, en la calle y en casa, es apariencia.
Papá hace que manda pero no manda, porque es mamá la que resuelve. Los políticos gritan como gatos escaldados, se pelean, presumen de tener un pensamiento nuevo, pero todos repiten lo mismo con palabras oscuras y feas. Los ministros de las iglesias me dan miedo, son antiguos y están en lugares llenos de sangre pintada. También me dan miedo los desfiles de hombres que llevan armas encima en vez de alegría. No me gustan tampoco lo chulos que gritan y pegan a sus compañeras buenas, y hasta las matan.
Suspira el padre y concluye cansado: «Vete al colegio a que te lo expliquen los maestros». Y el niño suelta aburrido: «Los maestros tampoco lo saben». No les dejan mirar hacia dentro y nos repiten lo que dicen los libros.
Con los ojos grandes y estamos tan ciegos.
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