Julián Cabrera
«CiudaDanoS»
Albert Rivera parece haberse caído del caballo como Saulo para ver la luz y comprobar que la consolidación de Ciudadanos como opción sólida de futuro no pasa precisamente por una indefinición de la que pretende huir a tenor de sus últimas intervenciones públicas. Quién iba a decirle que las siglas del extinto Centro Democrático y Social, esa formación creada por Adolfo Suárez para recuperar La Moncloa desde la equidistancia entre izquierdas y derechas, iban a estar tan presentes incluso en el nombre de su emergente partido.
Rivera es un político joven con cierta tendencia freudiana a «matar al padre» y probablemente tenga demasiado presentes algunos errores de aquel «CDS», que entró en coaliciones de gobierno para ser fagocitado después por el socio de mayor envergadura. Aquel que se dio en llamar «acuerdo por Madrid» en el año 89 fue paradigmático; el partido de Suárez colocaba a Rodríguez Sahagún en la alcaldía de la capital del estado coaligado con un «pez grande», el PP, que acabaría arrasando en las siguientes elecciones municipales tragándose cruda en las urnas a un formación centrista que, como hoy Ciudadanos, tenía en su líder el principio y puede que el fin de su razón de ser.
El error de Ciudadanos puede ser el otro extremo, la premeditada equidistancia para evitar el desgaste antes de las elecciones generales, tal vez ignorando a unas bases que, aun procediendo del desencanto hacia PP y PSOE, quieren que su voto valga para algo y demandan gestos en favor de la gobernabilidad y la estabilidad institucional.
Rivera sabe ya que ese mantra facilón de que «ni somos rojos ni somos azules, pero somos naranjas» en el que ha permanecido instalado hasta hoy tiene los días contados. Trucha que permanece inmóvil, se la lleva la corriente.
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