Colombia

Colombia: el dividendo de la paz

La Razón
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El anuncio sobre un cese definitivo de las hostilidades entre el Estado y las FARC abre una nueva etapa en Colombia. El conflicto terrorista que ha durado más de medio siglo y que ha ocasionado más de 200.000 muertes y de cinco millones de desplazados cede el paso a la construcción de la paz. No será un proceso rápido ni exento de dificultades, sobre todo si su conducción está atenta a la justicia que reclaman las víctimas de tanta violencia. Sin embargo, habrá también elementos que lo favorezcan, entre ellos los de carácter económico. Las campañas terroristas generan costes para las sociedades que las sufren, pero también es cierto que su finalización opera en sentido inverso, de manera que puede extraerse un dividendo de la paz.

En el caso de Colombia, los estudios académicos sobre los costes del terrorismo señalan que la pérdida de vidas humanas, las destrucciones materiales y los gastos de seguridad alcanzaron durante la primera década de este siglo, cuando los ataques de las FARC estaban en su momento álgido, un monto de 875 millones de euros anuales, lo que equivale a un 1,2 por ciento del PIB del país. La guerra terrorista, pese a todos sus horrores, no dejaba de ser una guerra de baja intensidad y sus daños reflejaban esta circunstancia. Pero más allá de este coste directo, esos mismos estudios cuantifican otro indirecto, mucho más relevante, que estriba en una reducción del potencial de crecimiento para la economía, de forma que éste quedó disminuido en dos puntos porcentuales durante las décadas de 1980 y 1990, y en un punto porcentual desde el año 2000. Dado el carácter acumulativo de este fenómeno, se puede estimar que el PIB colombiano, si no hubiese habido terrorismo, sería hoy un 75 por ciento más elevado que el que registra efectivamente la Contabilidad Nacional de este país.

Es este inmenso coste económico el que dejará de producirse con el alto el fuego y la paz. La economía del terrorismo nos enseña que, al finalizar los conflictos, se recupera toda la capacidad de crecimiento y que ello da lugar a ganancias acumulativas de bienestar. Los estudios sobre este tema que se han realizado en Colombia señalan que, al cerrarse el ciclo de la violencia, el país podría añadir 1,8 puntos porcentuales a su tasa de crecimiento anual y que, en un horizonte de ocho años, ello llevaría aparejada la creación de 1,4 millones de puestos de trabajo, coadyuvando así a restaurar los perjuicios sufridos tras décadas de violación de los derechos humanos. En definitiva, el final del terrorismo augura un dividendo económico de la paz. Ese dividendo no debe ser excusa para soslayar la difícil tarea de construir una verdadera reconciliación social en Colombia a partir de la reparación de los daños causados por el terrorismo –cuando éstos no sean irremediables–, de la aplicación de la justicia penal a los delitos cometidos, del establecimiento de una verdadera memoria de la violencia y del perdón.