Alfonso Ussía

Comensal de segunda

Comensal de segunda
Comensal de segundalarazon

Compartía con mi recordado amigo, el prestigioso catedrático de Derecho Penal, José María Stampa Braun, una lacerante frustración. Un golpe a nuestras respectivas vanidades. Que nunca nos habían ofrecido ingresar en la masonería, y por ende, no éramos importantes. Almorzábamos en el desaparecido «Jockey», aún en sus tiempos de esplendor, y decidimos que tres personajes muy conocidos que hacían lo mismo en la mesa de enfrente eran masones. Stampa aseguraba poseer el secreto del saludo masónico, consistente en tocarse con la mano derecha el lóbulo de la oreja izquierda, de tal modo, que procedimos frenéticamente a tocarnos nuestras respectivas orejas –en mi caso, con más facilidad que Stampa– con el fin de llamar la atención de los presumibles masones de la mesa contraria. Al fin, uno de ellos,ex ministro y «ex todo lo demás», se acercó a nuestra mesa intrigado. «¿Por qué os rascáis tanto las orejas?». O Stampa había errado en el gesto secreto o no eran masones, pero fue nuestro único contacto o acercamiento con el Gran Oriente.

De vivir hoy José María Stampa compartiríamos otra humillación al unísono. La de ser comensales de segunda categoría y de interés mediano-bajo para la clase política. Los comensales de segunda somos todos aquellos que podemos comer en cualquier restaurante de España sin ser objetos de espionaje. Con Rubalcaba no estoy tan seguro, porque le gustaba espiar, pero no parece que le interesaron mis charlitas. El asunto ha alcanzado tal nivel de provocación, que me propongo reservar a partir de ahora las mesas en los restaurantes con micrófono incluido. Pero he sido humillado en el primer intento. «Por favor, para el próximo martes 19, una mesa para tres personas a mi nombre, con micrófono y espías, si son ustedes tan amables». Y la respuesta del encargado de apuntar las reservas de mesa me ha dejado literalmente hundido: «Lo sentimos, don Alfonso, pero nadie está interesado en grabar sus conversaciones. Eso sí, intentaré darles una mesa cercana a la de una señorita de Barcelona que sí va a tener micrófono. Procuren hablar en voz muy alta para que se les grabe algo». Y en ésas estoy, rendido por el abatimiento.

Se dice que un dirigente del socialismo catalán apellidado Zaragoza –aventajado alumno de Rubalcaba–, es el que ha puesto de moda esto de las grabaciones. La novia abandonada por Jordi Pujol Ferrusola y Alicia Sánchez-Camacho han sido las agraciadas. No creo que al PSC de Cataluña le interese mucho saber lo que dice en privado Alicia Sánchez-Camacho. Nos hallamos, entonces, ante un espionaje a favor de otro partido. Porque de esa charla, lo interesante es la cadena de conocimientos de presumibles corrupciones protagonizadas por el hijo de Jordi Pujol, y lo lógico sería que fueran los Pujol o Convergencia los contratadores de los micrófonos espías, pero no los socialistas. Se trata, como poco, de un caso interesante, pero para que sea interesante de verdad la Fiscalía haría bien en pedir que el contratante Zaragoza y el responsable de la contratada empresa dedicada al espionaje ilegal acudieran ante el juez para ofrecerle los datos pertinentes y responderle a sus preguntas. No hay indignación ciudadana en lo que escribo, sino simple y malsana curiosidad.

Y algo de envidia, lo reconozco. Cuando uno cree haber alcanzado una cierta notoriedad, no puede ser tratado de esta manera. Exijo que me graben.