Alfonso Merlos

Complejos, los justos

Nadie levanta un país de la noche a la mañana. Nadie. Menos si los que han pisado antes han sido dirigentes socialistas, que desprecian el origen del dinero público y entienden que hay que igualar a los ciudadanos por abajo, en su mediocridad o en sus defectos o en sus errores. Tan es así que es lo que han contemplado los líderes y anfitriones del G-20. Sin paliativos ni complejos, que son los que no deberíamos tener como ciudadanos de una nación que va en la dirección de la que nunca debió desviarse.

Claro que la tarea del Gobierno de Rajoy es perfectible, como toda obra humana. Claro que a todos nos gustaría pagar menos impuestos, y que el ritmo de crecimiento económico fuera mayor, y que la tasa de desempleo fuera menor, y que la deuda del Estado fuera más baja. Pero la comunidad internacional entiende que la misión que tenía el Ejecutivo del Partido Popular era de proporciones descomunales, y que el programa se está cumpliendo con éxito.

Sí. Con todos los peros que queramos. Pero el fantasma de uno de los gigantes de Europa abocado a la quiebra y el rescate se ha despejado. Y no hace tanto tiempo. Pero no sólo eso. Una potencia de la que sólo se hablaba en negativo, y en términos problemáticos, y que causaba verdaderos quebraderos de cabeza a las instituciones comunitarias, ha pegado un golpe de timón que nadie ha dejado de ver.

No debemos dejarnos deslumbrar por las luces o los destellos de una gran cita internacional. Pero también sepamos apreciar lo que en todos los continentes se reconoce. La economía no es fácil. Pero con orden y con tiempo se encuentra el secreto de hacerlo todo. Y, principalmente, de hacerlo bien.