Angel del Río
Contaminación política
Recepción de la Comunidad de Madrid por el día de la Constitución. El ambiente político de ayer en la Real Casa de Correos de la Puerta del Sol era muy parecido al del pasado 2 de mayo, con motivo de la fiesta de la autonomía: casi las mismas caras, pero con distintos cargos; rostros nuevos de partidos emergentes, y otros que no se dejaron ver, como el de la alcaldesa de la capital, Manuela Carmena, que no estuvo. Unos aseguraban que se había marchado de puente, como cualquier ciudadano de a pie; otros, que se había quedado en casa meditando sobre pasadas y nuevas ocurrencias, y desde el gobierno regional se decía, simplemente, que «ha excusado su ausencia», sin más detalles.
En general, entre gobernantes, oposición, alcaldes, autoridades civiles, militares, judiciales, eclesiásticas, tertulianos y periodistas, casi todos eran los mismos que «canapearon» por la fiesta del 2 de mayo, incluso se reprodujo esa especie de sainete que se puede dibujar en la consulta del oftalmólogo, con una pregunta reiterativa y en boca de muchos: «¿Cómo lo ves?». Entonces, el pasado mayo, se referían a las elecciones municipales y autonómicas, y ayer, a las del próximo día 20. La verdad es que la mayoría no eran respuesta que indicaran un estado nítido de la visión: «Pues, no lo veo claro», «Veo todo muy turbio», «No lo veo con suficiente claridad como para inclinarme por un resultado u otro». Había mayoría de gentes del PP sobre el resto de los partidos, y los de talante y sentimiento popular se agarraban a la encuesta del CIS como a un clavo ardiendo, mientras que el resto prefería sacar a pasear el socorrido dictamen de: «La encuesta que vale es la de las urnas, el día 20».
Sobre la tribuna, los representantes de las instituciones, junto al del Gobierno central, el ministro de Educación. El acto comenzó con casi tres cuartos hora de retraso, por culpa del «besamanos» de la presidenta de la Comunidad y la delegada del Gobierno, y es que del protocolario beso nadie quiso pasar. Concepción Dancausa encomió la Constitución como elemento clave para una España tolerante y del bienestar; crítica severa a los intentos de secesión y dejó claro que: «No se puede ser tolerante con quienes quieren romper España». Cristina Cifuentes hizo hincapié en que ésta era la fiesta de la unidad de España, del afán integrador, e hizo una encendida llamada a la unidad. Nada nuevo, salvo una versión peculiar del himno nacional, resuelta con el aplauso general de un lado a otro del espectro político.
En los corrillos posteriores a los discursos institucionales, se cortaba el tenso ambiente político. Todos los partidos se juegan mucho en los comicios generales, pero los efectos colaterales de los resultados se van a sentir también en las administraciones locales y en las direcciones generales de los partidos. Así se comentaba en un corrillo plural formado por canaperos del PP, PSOE, Podemos, Ciudadanos y un sindicalista como invitado de piedra, que asentía con la cabeza. Había otro corrillo de alcaldes, de los que gobiernan sin sobresaltos, que departían el aperitivo más relajados. Uno de ellos, le preguntaba al del pueblo de al lado, si su hijo seguía jugando al fútbol, y la respuesta tuvo su chispa: «Calla, que ahora va y me dice que quiere cambiar de afición: que quiere ser recolector callejero de colillas de cigarrillos». ¡Qué daño está haciendo esa señora con sus ocurrencias!.
Todos se fueron marchando más temprano que de costumbre. Había prisa por salir de ese ambiente contaminado de política y respirar en la calle el aire viciado por la contaminación atmosférica. Eso sí, casi todos se despedían de la misma manera: «Me voy corriendo por que tengo mitin». Y en la mayoría de los casos, era verdad.
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