María José Navarro

Crónica

La Razón
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El otro día estuve en el Congreso de los Diputados mientras se debatía la Investidura. La de fotos que saqué y que hice, Virgen Santa. Como una cateta me puse ahí ciega. Y venga click click click. Hasta los agujeros de Tejero saqué. Todo, todo. Que le mandé las fotos a mi madre y se me veían las piernas y me dijo: Las tienes gordas. Yo creo que retienes líquidos. Pero me hizo ilusión, oyes, estar en el Congreso. Cuánta gente licenciada, eh, y con buenas notas. Bueno, que estuvieron ahí un rato esta gente hablando y que no ocurrió nada. Pero yo me lo pasé bomba. Qué maravilla ver a esos reporteros jóvenes tratando de sacar la cabeza a fuerza de torcer la mano, qué alegría contemplar la entrada al Hemiciclo de los periodistas recién llegados a la crónica parlamentaria, pero qué entusiasmo tan enternecedor. Ay, por no hablar de los diputados de menos de cuarenta años. Estaban peor que yo. Uy, qué nervios, qué mariposas en la barriga. De milagro me dejaron pasar y ni me hicieron prueba de politoxicomanía ni nada. Voy a decir una cosa: algunos podemitas está buenos como demonios,¿eh?. Y vi a Juan Carlos Girauta, de Ciudadanos, en la puerta de entrada, haciéndose fotos como si fuera una estrella de la canción. Vi también a Rafael Hernando y a Cospedal sacar la gaita para que la camarita del Congreso les enfocase mientras hablaba su líder, convertido ese hombre en un titán, siempre y cuando sea a la contra. Ví al hombre guapo pasarlas canutas y perder el gesto de galán de los cincuenta. Pobre Pedro, tanto sacar a la mujer y qué carita de llevar un abrazo de menos. Y vi, al final, a Pablo Iglesias defraudarme.Tanto tiempo esperando a que llegara alguien así y parece el delegado de curso de Octavo B. Como crónica parlamentaria igual no sirve pero no me digan que no es distinta. Venga, hasta «lueg».