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Cuatro victorias pírricas

La Razón
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Como viene siendo habitual en todas las convocatorias electorales, todos los partidos han ganado y es difícil escuchar a alguno expresar con claridad el castigo o la derrota, aunque éstas hayan sido contundentes. El domingo se ha vuelto a repetir esa situación, pese al cambio en el mapa parlamentario, con la incorporación de dos nuevos partidos a la representación parlamentaria con mucha más fuerza de la que hasta ahora era tradición en nuestro Parlamento. La incertidumbre que anunciaban las encuestas se ha visto confirmada.

La victoria del PP no ha llegado al 30%, con una pérdida de más de 20 puntos, sin que la suma con Ciudadanos les dé mayoría suficiente. Pese a ello, considera salvados los muebles porque es el partido más votado y aspira a formar Gobierno. El resultado, no obstante el castigo, le da una ultima oportunidad para escuchar el mensaje de que la resignación y el temor no son suficientes, y que se quiere la renovación, el cambio y la ilusión ya.

Por su parte, el PSOE, que en buena parte aguardaba la noche del domingo para ajusticiar a su líder ante el batacazo por la pérdida de escaños y la superación en votos de Podemos, se ha apresurado a decir por boca de su secretario de Organización, a la vista de que el resultado les coloca por encima en escaños y votos y podrían formar parte de una coalición de izquierdas que buscase gobernar a cualquier precio, que «han ganado a las encuestas». Sánchez se apresuró a anunciar que se presentará a la reelección como secretario general.

Las expectativas que las encuestas vaticinaban para Ciudadanos han quedado muy por debajo del resultado, lo que ha venido ocurriendo en cada convocatoria electoral a excepción de las autonómicas catalanas. Los que parecían llamados a ser segunda fuerza han quedado cuartos, muy lejos de lo esperado y con un descenso en Cataluña que los ha situado en quinto lugar, lo cual no empaña un resultado espectacular para una fuerza nueva que se presentaba por primera vez y que aspiraba a ser el partido bisagra, pero que deberá plantearse su papel ante esta difícil tesitura para España.

La irrupción de Podemos, que aspiraba a convertirse en la segunda fuerza política del país superando al PSOE, ocupando su espacio y convirtiéndose en la alternativa de izquierdas, tampoco se ha materializado. Pese a su buen resultado, el PSOE ha aguantado tanto en votos como en escaños, sigue siendo la segunda fuerza, y la más importante de la izquierda. Y aunque Podemos ha tratado de moderar su discurso y esconder su auténtica cara, detrás de él está lo más radical y antisistema del electorado que aspira a la revancha y no a la renovación y al cambio, y constituye una gran amenaza para España, con su discurso y su apoyo a los independentistas.

Estas cuatro victorias pírricas configuran un panorama político incierto que hace difícil imaginar la posibilidad de un Gobierno estable y duradero, que piense en los intereses de España y los españoles antes que en los suyos propios. Y son éstos, sin embargo, los que deben primar siempre, especialmente en estos momentos en que las dificultades de nuestro país no han sido superadas. El desafío independentista catalán recobra fuerza con el apoyo del victorioso Podemos al referéndum, y así lo ha señalado el líder de la CUP: «El resultado es una oportunidad al independentismo», y lo ha ratificado Iglesias al condicionar cualquier apoyo al PSOE al derecho a decidir. La debilidad de Sánchez y su instinto de supervivencia le han llevado a descartar de apresuradamente cualquier posición del PSOE que permita al PP gobernar, como ha pedido Rivera, colocando a su partido en la disyuntiva de unas nuevas elecciones suicidas frente al empuje de Podemos, o la posibilidad de un alocado pacto de izquierdas condicionado por Iglesias a una consulta soberanista, inaceptable para la mayor parte de sus barones, con el anuncio extemporáneo pero revelador de su candidatura a la secretaria general en el próximo Congreso.

Es momento de responsabilidad y de defensa del interés de España por encima de lograr el poder a cualquier precio. Así lo ha señalado el presidente del Gobierno. Pero ello debe hacerse sin renunciar a los principios y a las convicciones, y sin dejar de analizar profundamente el por qué de la desafección de millones de ciudadanos que se han alejado del partido del Gobierno. La resignación, el mal menor y el miedo, se han revelado insuficientes. El resultado es, sin embargo, una gran oportunidad (probablemente la última si no lo hacen) para los dos grandes partidos frente a los emergentes que aspiran a acabar con ellos. Los electores parecen querer seguir contando con ellos, pero les han mandado un mensaje claro de regeneración, de cambio, de renovación, de claridad de proyecto y de principios con los que siempre les identificaron y con los que quieren volver a identificarse. De su capacidad de entenderlo y adaptarse dependerá la solución del complejo panorama político que tenemos y su futuro.