Restringido
Cuidado con los cantos de sirena
En esta columna llevamos alertando de la ralentización global desde hace meses, y ya se refleja en bolsas y estimaciones de consenso. Las probabilidades de una recesión global siguen siendo bajas, alrededor de un 20%, pero ya nadie niega la desaceleración de las principales economías. España se enfrenta a este riesgo global con claras ventajas y algunos desequilibrios relevantes. Desde el punto de vista de las ventajas, debemos apuntar un superávit comercial y primario conseguido tras un esfuerzo muy importante de los españoles. Adicionalmente, no partimos de un sector financiero hipertrofiado y con riesgo sistémico, como en 2008, y la competitividad y fortaleza de nuestras exportaciones es evidente, tras aumentar tanto en cifra global como en cuota de mercado. Otra ventaja es contar con un endeudamiento privado que ha caído a niveles de 2006. Los desequilibrios son también relevantes. Un endeudamiento exterior que supera el 100% del PIB, un déficit estructural anual cifrado en un 3% del PIB, y una recuperación de la economía frágil liderada por pymes y autónomos que, por definición, suelen tener menores mecanismos para acometer los retos de una crisis. Ante un crecimiento global que sigue revisándose a la baja, una Unión Europea que tampoco presentará crecimientos de más de un 1,4% a pesar de los bajos precios del crudo, y la renovada preocupación por los activos de la banca, que ha visto sus seguros de impago dispararse casi un 100% en seis meses, no podemos caer en el canto de sirena que exigen populistas, socialistas y otras formaciones. No podemos volver a caer en el error de «estimular la demanda interna» aumentando gasto corriente, cercenando la renta disponible aumentando impuestos y reprimiendo el crecimiento potencial.
Llegar a acuerdos es importante, pero no puede ser a costa de caer en la trampa de aceptar las medidas que nos llevaron al borde de la quiebra en 2008, haga lo que haga el BCE. Los acuerdos deben tener como objetivo fortalecer el crecimiento económico conseguido y avanzar en las reformas, no convertirnos en cómplices de las mismas políticas que llevarán, sin lugar a dudas, a otra crisis del euro como la de 2011. Unirse a aquellos que piden relajar el déficit, después de más de 550.000 millones de déficit acumulado desde 2008, que luego piden hacer impago, o auditar la deuda, convierte a nuestra economía en candidata a otra crisis antes de lo que creemos.
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