Alfonso Ussía

Cursiñol

El cursiñol es el idioma español que se habla y escribe preferentemente en los medios de comunicación y en los partidos políticos. Gobernaba Fraga en Galicia con mayoría absoluta, y para hacer un guiño a los nacionalistas del BNG, aprobó en el Parlamento gallego la denominación oficial de «A Coruña» en lugar de La Coruña, con la inteligente y sensata oposición del PSOE y del entonces alcalde de La Coruña, Francisco Vázquez. Pero el idioma no se rinde a las cursilerías autonómicas, y en la reciente edición, la vigésimotercera, del Diccionario de la Real Academia Española, se lee en la voz «Compostelano»: «Natural de Compostela, hoy Santiago de Compostela, ciudad de la provincia de La Coruña y capital de Galicia». Todos los periódicos impresos, incluído el mío, LA RAZÓN, caen en el cursiñol. La «Generalitat» de Cataluña y el «Conseller» de lo que sea. Está bien dicho y escrito si se habla y escribe en catalán, pero en español –de nuevo, recúrrase al diccionario de la RAE–, la «Generalitat» no existe. Sí la Generalidad de Cataluña, que así la escribía y pronunciaba el presidente –no president–, Tarradellas cuando utilizaba el idioma común. Me interesa el espacio del «Tiempo» en los informativos de las cadenas de televión. En el de Televisión Española, una guapísima mujer nos anuncia la entrada de una borrasca por «Fisterra», es decir, por Finisterre. Si los medios de comunicación en español y los políticos se prestan a destrozar el idioma en beneficio del «cursiñol» autonómico, poca o ninguna utilidad tiene el gran libro que reúne el buen uso de nuestro idioma. «Buen tiempo en Donostia». San Sebastián, olvidado. La denominación oficial no afecta al lenguaje correcto. En catalán, Lleida y en español, Lérida. En catalán Girona, y en español, Gerona, en vascuence Hondarribia y en español, Fuenterrabía. La estupidez autonómica del «cursiñol» ha llegado a rincones imprevistos. Así, en Asturias, Oviedo ha pasado a ser Uvieu, y Arriondas, Les Arriondes. Está bien si se habla y escribe en bable, pero en español es una bofetada.

La Xunta es la Junta, y si alguien en Mallorca, desea bañarse en la maravillosa cala de Formentor, no está obligado a decir Formentó, como se dice en la dictadura lingüística de las Baleares, que son islas en español e «illas» en mallorquín, siendo la misma cosa. Referirse a Mas como el «president de la Generalitat» sin entrecomillarlo, equivale a anunciar que la ciudad europea más visitada por los españoles es London, y no Londres como acostumbramos a decir, y correctamente, por aquí.

«Voy a pasar las vacaciones en los lagos de Norge, y posteriormente bajaré a Osterreich para acudir a un concierto en Salzburg». Aunque parezca exagerado, eso es el cursiñol en su versión internacional, tan inapropiada como la autonómica de nuestros políticos y periodistas.

«El mejor atún en conserva de España es el que se enlata en Mutriku». Los Areilza están obligados, por culpa del cursiñol, a cambiar su título nobiliario. El conde de Motrico se ha convertido en un impostor, en un defraudador de la lengua. ¿Qué pensarían al leer el siguiente titular? «Blesa viaja a Genéve como un simple turista». Sin duda alguna, que el autor del titular es un majadero o más cursi que una miniatura de marfil. Pues igual de cursi es anunciar que «el president Mas visitará Lleida».

Puede visitar Lleida en catalán, y Lérida en español, y será «Molt Honorable» en catalán y «Muy Honorable» en español, aunque tanto en catalán como en español esa honorabilidad superlativa sea objeto de toda suerte de dudas e interpretaciones.

Todos caen en la mirma cursilería. Mi periódico se llama La RAZÓN, no «La Raó». Y se edita en español, ese idioma maravilloso que el cursiñol está devorando.