Martín Prieto
De los montoneros a la «Cámpora»
Los problemas que afectan a los argentinos, al menos desde la rehabilitación de su trágica democracia en 1983, no son cambiarios, financieros o de modelo productivo, sino intrínsecamente políticos. El matrimonio Kirchner, para dar un perfil nacional al chavismo del que se reclaman, urdieron una base dentro del movimiento justicialista con los montoneros y sus hijos que habían desarrollado una guerrilla urbana de izquierdas desautorizada por Perón. Había que sufrirlos: peronistas que odiaban «al viejo cornudo» y antes de dinamitar la cama de la hija de un general acudían a rezar a la Virgen de Luján por la buena suerte del atentado. La reciente muerte del poeta Juan Gelman ha recordado verdades olvidadas: la represión militar asesinó a sus hijos y mantuvo desaparecida 30 años a su nieta, pero también él, teniente montonero, hubo de huir a México condenado a muerte por sus conmilitones que rivalizaban con los «milicos» por las graduaciones castrenses. El peronismo montaraz de los «montos» gobierna Argentina a través de un indefinido y cleptocrático nido de obsecuentes, en el que destaca el joven ministro de Economía, Axel Kicillof, artífice de la expropiación de Repsol como gran solución a su falta de caja. La Cámpora viene del breve expresidente Héctor Cámpora que negoció con los militares el regreso de Perón, para dimitir y regalarle las elecciones. Kicillof es íntimo amigo de Máximo Kirchner, sin estudios superiores, afincado en la provincia patagónica de Santa Cruz, desde donde coordina la ingente fortuna familiar y controla las lealtades inquebrantables, porque el kirchnerismo-camporismo no tiene adversarios políticos sino enemigos personales a destruir, incluido el diario «Clarín»(derecha liberal). El «corralito» a la divisas ha estafado a los pequeños ahorradores y tenía fecha de caducidad salvo para estos magos indoctos de la economía milagrera. La presunta enfermedad cerebral de doña Cristina no incide en el caos. La lucha por la sucesión y los negocios dentro de la Cámpora, que durará dos años, desgarrarán aún más al gran país que nunca paga.
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