Rosetta Forner

De niña a mujer

La inmadurez no es cosa de la edad, y sí lo es. A los quince años, ¿qué tipo de experiencia vital tenemos? Muy poca. ¿Para qué proteger a la infancia si, en cuanto llegan a esa edad, se les consiente jugar a ser adultos: casarse, llevar una casa, tener hijos? De vivir en una sociedad en la que la expectativa de vida es muy corta, se comprendería que la gente se casase muy temprano. Es disfuncional y nada recomendable que la edad de «consentimiento sexual» sea de catorce años. ¿Qué tipo de madurez psicológica, preparación vital y entereza interior se tiene a esa edad? Nos escandalizamos cuando nos enteramos de casos de pederastia o de prostitución infantil. ¿No es una manera disimulada de normalizar lo anormal eso de la «edad de consentimiento sexual» a la edad en que aún se cree –o se creía antaño– en los cuentos de hadas? ¿Acaso los que legislan están peleados con el niño o la niña que fueron? ¿Acaso su infancia no les gustó? Y, ¿qué hay de los estudios? Puede que haya casos que no cumplan la norma, y que gente casada sobre los quince años, haya sido feliz. Personalmente, lo dudo. A esa edad, mucha gente aún no sabe si quiere ser ingeniero, peluquero, abogado, médico... o salvar el mundo de adultos que atropellan sus derechos. Esta sociedad disfuncionalizada, que se comporta como si «odiase» al ser humano, ha normalizado vía series juveniles en la televisión, que los adolescentes se comporten como adultos que no son y que quizá no lleguen a serlo psicológicamente hablando, porque no se han dejado fraguar sus «cimientos psicológicos» ni tampoco estos se han alimentado bien. La madurez solo llega con la edad si, previamente, se han respetado las etapas y se ha dotado a cada una de lo necesario. Padres inmaduros educan a los hijos en la insensatez de la vida. Hay tiempo para todo, y cada cosa a su tiempo. «Quince años tiene mi amor», decían el Dúo Dinámico, en una canción, y solo en ella, queda precioso.