Miguel Ors
De Soraya a Benzema
L7 Misterios
El boxeo es el arte de dar y de que no te den. El fútbol, también. El arte de Simeone es no pasarse ni dando ni recibiendo. El Atlético gana casi siempre a los puntos, con pocos goles y mucho chorreo de sudor y esfuerzo. Darle, hacerle goles, es también costosísimo. Situado en la clasificación entre el Barça y el Real Madrid (es el jamón del bocadillo), el Atlético es el equipo menos goleado de la Liga: sólo le han hecho ocho tantos (al Barça, 13; al Real Madrid, 12).
Su colega Mourinho, campeón de la Premier la pasada temporada con el Chelsea, esta temporada merodea en cambio el abismo del descenso.
–¿Cómo se explica eso, Mourinho?
–El fútbol es el otro misterio de la vida.
Vivimos entre misterios religiosos, políticos, futbolísticos y científicos.
M8Que sí
Que sí: que el fútbol es otra forma de hacer política, como la política es otra forma de jugar al fútbol. La alineación de los políticos en el plató no me gustó: yo hubiera colocado a Soraya en el centro, junto a Albert, y a los apóstoles Pedro y Pablo, en las alas.
–Ahí están, me dije, quienes aspiran a golearse entre sí en las urnas el próximo día 20.
Soraya, como bajita, es una bajita tan sobresaliente como los bajitos de la Selección nacional de fútbol. Lista, hábil regateadora, mirada pícaramente dickensiana. Dijo que el PP es «un partido de experiencias e ideas, con un líder seguro». Como el Real Madrid, como el Barça y como el Atlético, cuyo Rajoy se llama Simeone. Dijo también esta otra verdad: «Qué fácil es hablar, qué difícil es gobernar». Qué fácil, en efecto, en fútbol, es hablar sin saber, y qué difícil es gobernar un vestuario: esto se lo oí por vez primera, siendo yo casi chaval, a Helenio Herrera. Soraya vale, ya lo creo que vale, qué elegantemente sorteó las embestidas poco elegantes de Pedro. Pablo sigue siendo un ser utópicamente extraterrestre. Me divierte: oratoria barroca, ideas chocantes, proyectos irrealizables. Dos horas de distracción, como un partido de fútbol, casi.
X9 Ocho
Casi todos los obesos son simpáticos y optimistas. El ocho, orondo por arriba y por abajo, es el número de los gordos. El ocho es, asimismo, el número de la inspiración y el genio y por eso entre el genial Benzema (desde que tiene problemas al margen del fútbol, en el fútbol está de turrón de Alicante y Jijona) y el inspirado Cristiano (hora era) le han amargado la Navidad a los suecos del Malmoe.
Me cuentan que acabado el partido, camino del vestuario, el portero Wiland susurraba:
–Sin piedad, sin piedad.
La competitividad nunca es piadosa ni en el deporte ni en la guerra. ¿A que sí, Cristiano, a que sí, Benzema?
J10Madurar
El divino Barça es uno y tridente, y es las rotaciones y la formación de los jóvenes valores de La Masía. Luis Enrique, por cierto, ha madurado, y mucho, en los últimos meses. Antes de madurar, le gustaban poco o nada, más bien nada, los «encuentros» con los medios informativos.
Ya no. Es listo. Inteligente, que dijo quien lo dijera, es el que te larga retórica, como Pablo Iglesias, sobre lo que hay que hacer para triunfar, y listo es quien sin retórica, más bien con chispa irónica y ocurrente, triunfa. En su cara a cara con los periodistas, Luis Enrique, ahora, hace frases, no agria tanto el gesto.
–Hemos cumplido el objetivo –ha dicho la mar de satisfecho tras el empate con el Leverkusen– . Las «Champions», para los jóvenes que he alineado hoy, son como un máster de Esade.
V11Imputado
Estar imputado o ser imputado es el pan y el mitin nuestro de cada día.
–¿Está usted imputado?
–¿Yo? Yo no.
–Me lo figuraba, se ve: usted es poca cosa.
Benzema, a pesar de ser francés y no ser español, está imputado. En Francia, a lo que se ve, la imputación es mancha que deja rastro, no como en España. Benzema, por el mero hecho de estar imputado, ha sido apartado de la selección nacional. «No es un ejemplo para la dulce Francia», han «sentenciado» apriorísticamente los magistrados galos de la ética. Francia, en la duda, no es como España, y esto da que pensar. A mí sí. ¿La ética antes que la Ley? Bueno, que siento lo de Benzema, «un buen chico, un gran corazón –me dicen de él– al que la vida, antes de granarlo, lo ha premiado prematuramente con el éxito del dinero y la popularidad».
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