Martín Prieto

Democracia municipal

En la mañana de mi primer viaje al Chile de Pinochet, pedí en mi hotel de Santiago el café y todos los periódicos. «El Mercurio» titulaba a cinco columnas en primera: «Hoy se corre la polla del general». Quedé frío y estupefacto mirando a la pared intentando recordar qué había ingerido la noche anterior. Para mi alivio, la mucama de planta me ilustró: «Esta tarde se celebra la más importante carrera de caballos del país y se disputa la polla (premio) del general Pinochet, consistente en un dinero en metálico y una copa grabada». Acudí en procura de contactos sociales y, no siendo aficionado, llamó mi atención la filmación milimétrica de las llegadas a meta. No ya por una cabeza o medio cuerpo, sino que un penco podía ganar al siguiente por los pelos que le salían de los ollares, y llevaba buen tiempo escrutar al ganador. Como en las carreras de caballos, es natural que el PP rescate la vieja propuesta socialista de que el municipio lo gobierne la lista más votada. Hogaño como en la democracia primigenia de las ciudades-Estado de la Grecia clásica. Nada hay nuevo bajo el sol. La gobernación de los ayuntamientos es la piedra sillar de la convivencia social y ya estamos viendo cómo en un pueblo de Madrid un tránsfuga socialista pasado a Podemos, pero apoyado por sus antiguos correligionarios, ha intentado infructuosamente reglamentar la propiedad de tierras y viviendas alarmando a la población. Tampoco nada novedoso porque ya se sabe que para los comunistas la propiedad privada es un robo. Intentando primar la primera mayoría municipal tan oportunistas son el PP o el PSOE, teniendo ambos razón y sentido común. Falta que acuerden si éstas son elecciones presidencialistas o con «ballotage» o segunda vuelta, o modificando los porcentajes de votos por escaños. Pedro Sánchez se niega a sí mismo prefiriendo ayuntamientos que pueden convertirse en el camarote de los hermanos Marx. «¡Y dos huevos duros!». La polla ha de ser para el caballo ganador.