María José Navarro

Diversión

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Ayer se celebraba el Día Internacional de la Diversión en el Trabajo. Queridos lectores: hasta aquí el chiste de hoy. No, bueno, va. En serio. Tengo entendido (en algún sitio lo he oído) que hay gente que lo pasa pipa en el curro. No es mi caso. Vds. pensarán que yo soy una mujer súper realizada por escribir en este periódico, o puede que se pregunten (esto me cuadra más) cómo es posible que una chisgarabís como yo no deje este privilegiado sitio a alguien con enjundia mientras desean que me dedique por fin, por el bien de todos y a jornada completa al cultivo de la berza. Yo lo que quiero es poner una tienda de lámparas e iluminación y tener varios mozos a mi servicio, pero ésa es otra historia que algún día mutará en realidad. A lo que vamos: que por lo visto (tampoco puedo jurarlo) hay personas, seres humanos, que se divierten trabajando. Hombre, yo imagino que los jardineros de La Alhambra, los buzos del Caribe Mexicano, los guionistas de Futurama, y el juez Castro deben ir con una sonrisa a la oficina, la verdad. Los demás, estamos mejor en un bar. En una barra buena, llena de pinchos, viendo pasar a muchachos y muchachas juveniles y prietos. Y lo digo sin ánimo de lucro, porque yo ya no visto santos. Yo ya nada más que les subo el bajo. Pero ayer se celebraba ese día y la verdad es que me sentí una suertuda por poder pasar la tarjeta por el torno y fichar como todos los días. El trabajo ya no es un derecho, es un privilegio, o eso nos hacen creer. Mi abrazo para todos aquellos que añoran odiarlo.