Tribunales
Dolor de madre
No puedo dejar de pensar en Diana Quer. Y en su madre. Dirán ustedes que también debería tener al padre en mis pensamientos, pero verán, más allá de que entienda que esa particular «guerra de los Rose» del ex matrimonio Quer-Pinel no es beneficiosa para esclarecer este caso, hay actitudes determinadas del progenitor que me desconciertan. Entre ellas, que el otro día saliera de su declaración en el juicio por la custodia de su hija menor hablando de la desaparecida en pasado. Supongo que serían los nervios, pero..., dedicó mucho más tiempo a los asuntos relacionados con su divorcio que a la desaparición de Diana. Mientras, la madre, a quien ayer le tocó declarar, casi sólo quería hablar de ella y aseguraba estar «preocupadísima, pero esperanzada en encontrarla viva». Será porque soy madre, pero desde el primer momento la noto triste, ida, con la misma angustia que supongo me embargaría a mí en la misma circunstancia. Por eso comprendo que ni siquiera cayera en la cuenta de que en la habitación de su hija estaba el pantalón que llevaba puesto la noche de autos, agobiada como estaría al no encontrar a la niña. Y más con lo frecuente que suele ser la ropa desperdigada en las habitaciones de los adolescentes. Tanto, como las discusiones entre madres e hijas y hermanas en esa edad, que parecen servir de insinuación velada por parte del padre respecto a que Diana pudiera haberse ido por voluntad propia. ¿Con 20 euros y sin DNI? Parece como si señalar a la madre fuera más importante que encontrar a la hija. Y eso no lo siento normal. Será porque soy madre. Será porque me duele su dolor.
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