Jesús Fonseca
Don Felipe y las cosas menudas
Los españoles necesitamos holgura. Perspectivas positivas. Nos conviene tener claro el horizonte: quiénes somos y qué queremos. Ser conscientes, por ejemplo, del caudal que representa para España el amplio y pujante universo hispánico e iberoamericano. O hasta qué punto estamos, los españoles, abiertos al mundo y somos una sociedad apreciada internacionalmente por nuestra hospitalidad, largueza y tolerancia. Un pueblo, a fin de cuentas, que tiene músculo en el mundo. Que está del lado de la justicia, la convivencia y la amistad. Y no hay nadie, en España, que recuerde estas cosas con esa mezcla de descomplicación y estilo propio tan suyas, como el Príncipe de Asturias. Siempre dispuesto a patrocinar el entusiasmo. Lo hace en cuanta ocasión tiene. Don Felipe es un optimista convencido. Ve siempre la parte buena de las personas, lo más frondoso de su entorno. Hace unos días, por ejemplo, con motivo de la cena ofrecida a los miembros de la comisión de evaluación del Comité Olímpico Internacional, al reafirmarse en un sistema de valores compartido y aupado por todos los españoles, en el que destacan la solidaridad y el juego limpio, que, «es lo que conduce al final al mayor progreso individual y colectivo». Quiero pensar que, Don Felipe, insiste en estas cosas para dar ejemplo de amor a España, en tiempos revueltos. Cosas menudas, ciertamente, pero que tienen un valor enorme porque detrás de ellas está la solidez del vivir. Que nos hacen mucho bien a los españoles, emperrados en hablar sólo del torrente de extravíos y calamidades que nos embarran y emponzoñan la vida, en lugar de lo que está por venir, que es lo mejor.
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