M. Hernández Sánchez-Barba
Eduardo Mallea
Nacido en el esplendor estético de Bahía Blanca, Eduardo Mallea (1903-1983) es un escritor polifacético de pensamiento profundo: cuentista en «Cuentos para una inglesa desesperada»; ensayista nacionalista con «Historia de una pasión argentina», donde exalta una Argentina invisible que produjo tal adhesión intelectual que le convirtió en figura indiscutible de su generación, aunque el ascenso al poder de Juan Domingo Perón y su nacionalismo personalista originó un contrapunto considerable al suyo. Es también autor de numerosas novelas de alto valor literario, de denuncia profunda acerca de un sistema que siempre consideró falso y que, sobre todo, causó la frustración del individuo. Fue director durante muchos años de «La Nación» de Buenos Aires. Toda su creación novelística está impresa, principalmente por la personalidad del autor que, a su vez, se constituye entre la generación primiceria del siglo XX (1905-1930), que recibe la influencia intelectual de los viajes de Ortega y Gasset a la Argentina, y las generaciones intermedias (1930-1955; 1955-1980), de neto predominio ideológico «justicialista». Ello supone la imprescindible condición de dividir, como hace el crítico uruguayo Alberto Zum Felde, la novelística de Mallea en dos etapas: la primera, de 1926 a 1940, donde sobresale «La ciudad junto al río inmóvil» (1936) y «La bahía de silencio» (1940); la segunda, desde «Todo verdor perecerá» (1941) hasta la aparición de su última novela, «La mancha en el mármol» (1982).
Estamos en presencia de un gran escritor, que sin duda pertenece a una amplia, profunda y polémica unidad histórica y cultural, fuertemente hendida por acciones que denomino «tiempos oblicuos», que inciden sobre la tendencia direccional del proceso en marcha e imponen una refracción o cambio en su orientación sin que, en rigor, aporten nada positivo ni congruente con lo que se está tratando de conseguir en el momento de la interacción con la «oblicuidad». Es el pensador español Julián Marías quien ha establecido la función de Mallea en la literatura hispanoamericana, señalando a título personal su preferencia por tres novelas hispanoamericanas, dos de Mallea y la tercera, «Cien años de soledad», de García Márquez. Afirma Marías que Mallea es un autor lleno de admiraciones hacia la profunda unidad de la tradición literaria española e hispanoamericana, por eso no necesita excluir nada para afirmarse, no necesita «buscar un puesto en una lista, le basta con escribir». Es un escritor, no un propagandista, cuya vocación es la novela.
Un hombre nacido en Bahía Blanca no puede dejar de ofrecer como dominante el tema de la argentinidad en cuanto objetividad descriptiva, desde una actitud crítica, problemática sobre la idea de patria y la carga intelectual del autor a través de los personajes. En realidad, la gran aventura espiritual de Mallea se inaugura con la novela «Nocturno europeo» (1935), a partir de la cual se inicia su gran investigación mediante una serie novelística que se alinea del siguiente modo: «La ciudad junto al río inmóvil» (1936), «Fiesta de noviembre» (1938), «Meditación en la costa» (1939), «Bahía de silencio» (1940). Se trata de una posición intelectual, un pensamiento de ensayismo filosófico, que es necesario poner en relación con su ensayo nacionalista «Historia de una pasión argentina» (1937). Una línea indispensable de ficción sostiene la experiencia autobiográfica que expresa su intimidad argentina en «Nocturno» y culmina en «Bahía de silencio», en que domina el tema de la argentinidad como problema propio: los personajes expresan una carga de preocupaciones filosóficas en su operatividad dentro de instancias de clima cultural en la vida de la gran urbe. Ciertamente, Mallea atribuye una gran parte de su propia manera de sentir y pensar, como es inevitable en una novela de tesis.
El tema y el problema principal de Mallea en sus novelas es la Argentina profunda, más allá del ambiente real promovido por la falsedad de una grandeza material propia de la temática argentina intergeneracional, que aparece una y otra vez en sus obras: la lucha agónica del intelectual entre su conciencia humana y la realidad oscura del medio común. Diríase la apasionada búsqueda de unos valores que señalan el destino del hombre en su historia, procurando descubrirlos. Concluye novelísticamente en «La bahía de silencio» y, políticamente en «Historia de una pasión argentina».
Mallea fue testigo del levantamiento alrededor suyo y de su obra de una muralla de silencio; cómo sus libros apenas despertaban eco ni rumor alguno; cómo los profesores de literatura no se consideraban obligados a explicarlos; cómo, en fin, en las listas de escritores de Hispanoamérica su nombre, de modo invariable, brillaba por la ausencia. Lo peor para él en el final de su vida, que se le considerase retórico y falto de una verdadera profundidad. Su obra, en definitiva, es de testimonio y denuncia; se trata, pues, de la acusación de un sistema falso por ser incapaz de conducir a una comunidad nacional equilibrada.
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