Famosos

El amor se rompe II

La Razón
La RazónLa Razón

En el anterior capítulo, dejamos a Isa Pantoja y a su pareja ya instalados en una sola casa. A pesar de ello, eran frecuentes los anuncios de que todo había terminado. En semejantes situaciones, siempre aparecía otro joven al lado de Isa. Estos nuevos acompañantes solían venir del lado oscuro de la noche. Ya lo dejó claro aquel vistoso cubano, Dinio, que calentó el hornillo a Marujita Díaz –este dicho que se usa en Cuba para referirse a los amoríos –: «La noche me confunde». A la enamoradiza muchacha también. Pero las reconciliaciones siempre han llegado con un viaje a playas caribeñas, que, naturalmente, ha salido en la revista de turno. Me refiero al turno de pago. En una de estas aventuras financiadas, los eternos novios, después de hacer el amor en una palapa y tomarse dos cocos locos, decidieron casarse, no se sabe por qué rito, pero el caso es que la unión parece que es legal. Otro juego íntimo que tenía la pareja, según se ha dicho en algunos programas televisivos, es que la novia le contaba a su Alejandro todo lo que había hecho con los muchachos nocturnos de usar y tirar, con pelos y señales, que en estos menesteres siempre estos dos elementos aparecen. En muchos casos pasa que nada desune más que un casamiento. En esta romántica historia ha sucedido. En medio de estos desajustes apareció un personaje de peso, la mamá de Alejandro, que, cual personaje de tragedia griega, lloraba amargamente por las televisiones el alejamiento de su tierno niño. Como ya saben, encontrar trabajo para un joven es difícil, más si el currículum que se tiene es el de acompañante de la niña Pantoja, con derecho a roce, comida y viajes. Por lo tanto, la única salida es empezar de protagonista en un oficio que conoce y en el que hasta el sábado pasado era sólo un secundario. Debut en el «Sálvame Deluxe» y contando lo justito, que ni a él ni al programa le interesa vender toda la carne en un día. Así que esto tendrá su recorrido, que puede terminar con una reconciliación en directo, que se pagaría a precio de oro.