LaLiga Santander
El barco pirata
A pesar de las dos eliminatorias que el Atlético ganó al Barcelona en Champions, y de levantarle una Liga en el Camp Nou, la diferencia entre un equipo y otro es el 1-2. Desde que Simeone recuperó el orgullo rojiblanco y amplió la sala de trofeos, esa distancia siempre ha existido, aunque disimulada durante el último lustro. El Cholo ha hecho milagros. Ha optimizado todos los recursos del club, desde el césped a la moqueta, ¡ha ganado títulos y ha disputado dos finales continentales! La lucha, sin embargo, ha sido desigual. El Barça y el Madrid son portaviones y el Atleti un barco pirata que haría las delicias de Barbanegra, Francis Drake y Henry Morgan.
Hasta que llegó su hora, sin mediación de Sergio Leone. En este clavo ardiendo que es la Copa, asidero de una temporada que tiende a ser parca en alegrías rojiblancas si el próximo martes no lo remedia, la calidad de Luis Suárez vertió el primer jarro de agua fría sobre el animoso Calderón y sus centrales, minimizados. En siete minutos, tras el error de Griezmann y el destello del uruguayo, que muerde en cada contragolpe, el Barça envió un mensaje inconfundible, «aquí mando yo», y con el golazo de Messi la orina del enfermo adquirió un aspecto preocupante. Desarbolado el Atlético, superado en cada lance, en cada duelo, en cada carrera –prodigiosas las de Neymar, y su desborde–, este primer acto de la semifinal presagiaba mayor tortura tras el descanso. El castigo era el reflejo de la batalla. Un buque bien pertrechado, de ideas y recursos, contra un cascarón desarmado, apenas sostenido por el orgullo. Y faltaba un tiempo... para prolongar el suplicio o para obrar el enésimo milagro. Creció el Atleti, con Torres, hizo el 1-2 Griezmann, estuvo más próximo al empate que a la funeraria y aparentó, con el asedio final a Cillessen, que aún puede soñar, aunque la ventaja es azulgrana.
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