Lucas Haurie

El consejero y la víctima

Vaya, vaya con don Emilio. El fiscal De Llera, mastín gubernamental comisionado para morder las estilizadas canillas de Mercedes Alaya, abandonó por un instante su principal función (ha encontrado en la Audiencia Provincial a eficaces subalternos) para sumarse a la moda kale borroka de esta temporada otoño-invierno: el escarnecimiento de las víctimas de cualquier atrocidad mediante la ausencia total de empatía. Para el consejero de Justicia, mejor, para el miembro del Gobierno que mantiene intacto Canal Sur, ese sumidero por el que se derraman 71.000 euros al día, perseverar en la búsqueda del cadáver de Marta del Castillo «es una tontería» porque «cuesta mucho dinero». Al bipartito progresista, mira qué bien, le ha dado al fin por la austeridad, que ya no parece ser imposición de la malvada troika bruselense sino cualidad del gobernante responsable. Nunca es tarde si la dicha es buena pero, ¿no podría explicitarse esta caída del caballo derrochón en otro asunto menos sensible? Al final, va a ser cierto que hasta un suceso tan dramático como éste se politiza: «Hay un modo republicano y otro monárquico de contar el atropello de un perro en la calle», advirtió Zola. Y nunca faltará en la histérica España quien interprete esta tragedia como el intento de un señor afín al PP por encausar a la hija de una destacada socialista. Si esta sociedad se ha envilecido hasta el punto de cavar trincheras incluso aquí, ya sabemos desde cuál dispara el consejero De Llera. Si no, ha metido la pata hasta el corvejón. Y lo único que le quedaría por hacer antes de dimitir, sería pedir disculpas.