
Francisco Marhuenda
El difícil oficio de un Príncipe
El oficio de Rey en una monarquía parlamentaria es muy complejo, pero todavía lo es más el papel del heredero de la Corona. Don Juan Carlos siempre quiso que la Corona fuera de todos los españoles, como defendió su padre en largo y doloroso exilio que sufrió la Familia Real. Por ello, en el momento en que comenzó la Transición tenía la firme convicción de que el jefe del Estado debía de tener sólo un papel simbólico y representativo sin que cupiera la posibilidad de reservarse ninguna competencia que pudiera perturbar su independencia y equidistancia de la política partidista. Otro de sus aciertos, que fueron muchos, fue no contar con una «corte», porque no hay nada peor que los cortesanos aduladores y prestos a aplaudir a un rey o a un líder político. Don Felipe reúne todas las condiciones para ser un gran rey. Es cierto que todavía queda un tiempo para ello, pero cada día que pasa hace una gran labor al servicio de España y de la Monarquía. Es una labor difícil porque uno de los graves errores de las últimas décadas ha sido obviar la enseñanza de la institución en las escuelas. Algunos de los países más avanzados actualmente y defensores de la igualdad son monarquías, pero, sobre todo, sus ciudadanos no contemplan otra forma de gobierno que no sea la monarquía parlamentaria.
El Príncipe de Asturias es una persona de trato afable, directo y sencillo. Es muy cómodo hablar con él. No hay ningún atisbo de impostura o soberbia, algo que muchas veces es fácil encontrar en otras personas. Un aspecto muy interesante es su rapidez en la conversación así como una gran empatía que le permite desarrollar un trato cordial con su interlocutor. Las vidas de Don Juan y Don Juan Carlos fueron muy difíciles, porque el primero nació en el Palacio Real y hasta su juventud recibió los honores como Infante de España, pero a partir de 1931 le tocó el duro camino del exilio y la condición de un pretendiente que jamás llegó a ser rey. Don Juan Carlos nació en el exilio y durante décadas todo fueron dificultades, pero finalmente logró asumir la Corona y conducir el tránsito a la democracia. La vida de Don Felipe se ha desarrollado con la certeza de que algún día sucederá a su padre y su formación ha ido dirigida en esta dirección. No hay un heredero mejor preparado entre los príncipes e incluso más comprometido con esta misión. Es otro aspecto muy interesante, porque nunca ha existido un atisbo de frivolidad en su comportamiento. Es un hombre prudente, discreto y serio. El tiempo ha demostrado que acertó en la elección de su esposa, una decisión que siempre es difícil para cualquier heredero, porque Doña Letizia ha asumido el complejo papel de Princesa de Asturias con eficacia y rigor. No es fácil en un mundo transparente, donde las personalidades públicas están sometidas al escrutinio de los medios de comunicación. La intimidad es difícil, por no decir imposible. Los argumentos para defender la Monarquía son numerosos, pero hay que hacerlo.
La cuestión es que tenemos un Príncipe heredero con una extraordinaria preparación, que le permitiría asumir las más altas responsabilidades en cualquier empresa o institución. Esto es muy positivo, porque genera una gran tranquilidad sobre la estabilidad de la institución el día que Don Juan Carlos no ocupe la Corona. Es una magistratura vitalicia, salvo que su titular considere que no se encuentra en condiciones de seguir, pero Don Juan Carlos goza de buena salud y es consciente de su responsabilidad. Los que más prisa tienen en una abdicación son los republicanos, aunque en esto se equivocan porque ni Don Felipe la tiene ni su acceso al trono sería una ventaja para ellos. Ha aprendido mucho de su padre y ha logrado una capacidad de interpretar los deseos de los españoles que le será muy útil en el futuro.
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