Manuel Coma

¿El ejemplo argelino?

Al tiempo que dicen tender la mano, los militares egipcios no están dispuestos a pasarles ni media a los Hermanos Musulmanes, y responden a tiro limpio a la menor provocación. El método implica la muerte de inocentes, que no es el mejor camino para la reconciliación nacional. Entre las lecciones que desde nuestros puntos cardinales les prodigamos a los cidadanos y sus autoridades, legítimas o no de El Cairo, está la del ejemplo argelino, cuyos militares anularon en el año 1992 una victoria islamista en las urnas y tuvieron una salvaje guerra civil de diez años con un trágico saldo de al menos cien mil muertos.

La cuestión es que los uniformados egipcios lo saben mucho mejor que el bienintencionado político occidental y lo que pretenden los militares no es azuzar el conflicto bélico interno, sino matarlo en el huevo. No menos importante que sus intenciones y actitudes es el atronador aplauso con el que son recibidas por los millones de personas que el 30 de junio se echaron a la calle contra el Gobierno Mursi, porque uno de los datos indispensables para atisbar la naturaleza y magnitud de los problemas que asolan el país es la feroz polarización que se ha producido. Para los antiislamistas, todos ellos musulmanes, excepto los coptos, el argumento de que no ya los rivales sino los encarnizados enemigos son todos una panda de desalmados terroristas, es creído con una fe arrebatadora. La represión de que son objeto no es más que defensiva, preventiva y muy merecida. No hay ni un átomo de compasión o mala conciencia. Los que acampan juramentándose en llegar al fin de los tiempos mientras el poder legítimo no sea restablecido piensan lo mismo, pero al revés, y se dicen dispuestos a morir por su justa causa. Tan abnegada y poco realista devoción tampoco es la vía para crear un sistema político para todos los egipcios. Mientras tanto, todo sigue degradándose.