Enrique López

El fin de una dictadura

La Razón
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No recuerdo quién decía que las revoluciones se hacen en nombre del pueblo, con el pueblo, pero nunca para el pueblo. Por lo general, los revolucionarios de todos los tiempos inician una lucha contra un previo poder tirano con el fin de combatir sus consecuencias, pero casi siempre terminan generando similares males. La Revolución francesa se alza contra la monarquía y la nobleza que ostentaban el poder absoluto en aquel momento; los revolucionarios junto con el pueblo se alzaron contra una clase política que consideraban corrupta en cuanto a la legitimación y ejercicio del poder, y, tras sumir a Francia en un terrible caos y sobre todo terror, finalizó su sueño en manos de un dirigente político como Napoleón, que llegó a ser emperador ¡Vaya paradoja! La Revolución cubana fue el fruto de un revolucionario de izquierdas que provocó la caída del régimen del dictador Fulgencio Batista; se dice que uno de sus principales éxitos ha sido su sistema de salud y el sistema educativo público y gratuito pero, por contra, el hombre que prometió un régimen de libertades, igualdad y solidaridad, creo un sistema político que durante más de cincuenta años cientos de miles de exiliados y, según fuentes documentadas de diferentes ONG, 3.110 fusilamientos, 1.170 ejecuciones extrajudiciales –incluso por intento de «salida ilegal» de la isla–, 847 muertos y desaparecidos en combate (Bahía de Cochinos, Sierra del Escambray) o 18 presos políticos muertos en huelga de hambre. He viajado a la isla en varias ocasiones y me he encontrado a gente muy triste y un extremo grado de pobreza. Junto a esto nos encontramos con la paradoja de que hace pocos meses el Consejo de Derechos Humanos aprobó por mayoría una resolución presentada por Cuba en la que se destaca la solidaridad internacional como instrumento esencial en la promoción y protección de los DD HH. Resulta muy difícil concebir un mínimo de respeto de los derechos humanos en un país de su población no puede ejercer derechos políticos, como el de sufragio, reunión, manifestación o los derechos de libertad de expresión y de prensa, básicos para cualquier sistema democrático. No albergo dudas sobre que el bloqueo económico norteamericano no ha ayudado a mejorar la situación, puesto que quien más lo ha padecido es precisamente este pueblo triste y resignado , del cual más de un setenta por ciento ha nacido bajo el signo de la Revolución y no han conocido otro régimen. Pero llama poderosamente la atención la infinidad de resoluciones de la ONU instando al fin del bloqueo, y en este sentido la decisión adoptada por la actual Administración norteamericana sería adecuada y, por el contrario, la ausencia de resoluciones reclamando al régimen político que haga una rápida y pacífica transición y permita que el pueblo cubano pueda desarrollarse en el seno de una democracia que respete todos sus derechos, que son reclamados por el actual régimen en el exterior y negados en el interior; no cabe mayor infamia desde el poder. Una dictadura es siempre una dictadura, aun de izquierdas; todas deben ser despreciadas de la misma forma que sus dirigentes desprecian y aterrorizan a sus pueblos.