Martín Prieto
El Foro de Sao Paulo
Hace tanto tiempo que el teniente coronel de paracaidistas, Chávez, no había urdido su golpe contra Andrés Pérez, cuando nos reunimos en casa de un psiquiatra argentino, el ex presidente Raúl Alfonsín, de paso por Madrid, Ricardo Díaz Hochleitner, presidente del Club de Roma, y la doctora Scaglione y yo, como amigos. Alfonsín venía de semanas en esos seminarios restringidos que organiza Harvard en cooperación con la Agencia Nacional de Seguridad. («Deberían invitarnos antes de gobernar, y no después»). Risas y otro comentario: «Abandonada la Doctrina de la Seguridad Nacional, acabadas las dictaduras militares y restablecida la democracia, estos gringos me aseguran que el primer país en desestabilizarse será Venezuela». Conociendo que es más fácil que una mujer muera de próstata a que un militar venezolano muera en combate, dedujimos que lo que se preparaba en el país era una sedicente degeneración de la democracia en que las urnas sustituirían al cañonazo de popa del crucero «Aurora» sobre el Palacio de Invierno. Fidel Castro ya se había desmayado dos veces en público y entendía que Gorbachov no podía con la URSS y que los okupas de la revolución soviética quedarían en mendicidad. Fidel pidió socorro a Lula da Silva, y su Partido de los Trabajadores brasileros organizaron y financiaron el Foro de Sao Paulo, una concitación transversal y variada de la izquierda iberoamericana, desde el aguado sandinismo, al socialismo chileno que no ha renunciado al marxismo aunque canta «La marsellesa», desde el peronismo asesino de fiscales, a «tupamaros» que han olvidado su guerrilla. El «chavismo» es el detonador de este club que paga con petróleo y narcotráfico a asesores cubanos y españoles. Fenecido el socialismo real del siglo XX se alumbraba el del XXI mediante el uso fraudulento y populista de la democracia y su instrumentación liberticida. En la velada con Alfonsín no entendimos a los analistas estadounidenses, expertos en terribles errores, pero hoy es indiscutible que el Foro de Sao Paulo es el huevo de la serpiente.
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