Martín Prieto
El honor de los Honorables
Excepto la pena de muerte, nada es más aborrecible y menos ético que el linchamiento, a la postre convertido por el juez Lynch en árbol y soga para el abigeato sin juicio previo. Los Molt Honorables Jordi Pujol y Artur Más no están siendo linchados pero como en todas las sociedades democráticas, están sufriendo penas de telediario y periodismo de investigación que ya se verá si acaban en pena de banquillo que ya he sufrido: tablón en cuatro patas sin respaldo para que te sientas más incómodo tragándote una escoba. Para crear una nación hay que ser Otto von Bismarck, de voluntad poderosa (El canciller de hierro), rico desde los tatarabuelos, «Junker» (gran terrateniente) y sin sombra de sospecha sobre una moneda mal habitada. Para destruir un Estado basta con un criminal psicopático como Milosevic. Antes de tomar posesión, Felipe González me participaba que Jordi Pujol podía terminar en la cárcel por su desempeño en Banca Catalana, lamentándolo picaronamente pero diciendo lo obvio: que la Justicia debe ser igual para todos. Ya conocemos la bufonada en la que acabó aquello porque no eran años para procesar al Honorable revestido de Juana de Arco catalana. Es cierto que nadie es culpable hasta que se demuestre fehacientemente lo contrario y que la presunción de inocencia es sagrada. Pero ya no está San Agustín para sentenciar que justicia es dar a cada uno lo suyo, y en cuestiones de honor, muchas veces conviene dar las pruebas de la inocencia que esperar más noticias ominosas, resucitar el sindicato del crimen, alegar una conspiración policiaca y gubernamental y otras debilidades propias para convencer a los niños. Es muy fácil contar el dinero y el patrimonio de la familia ante un contable, un notario y pasarlos al juez pertinente. Los Honorables en la picota no han hecho hasta ahora nada para sacarse el sambenito amarillo, limitándose a una jeremiada politiquera que no disipa la sospecha: esa bruja que no cabalga el honor. Para Voltaire, bien poco se ha perdido cuando se mantiene la honra. Eso o el honor de los Prizzi.
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