Sabino Méndez

El insurgente intacto

Al igual que los Molière, Brecht, Fo, que entretejieron su propio arte teatral con la vida que los rodeaba, Boadella ha llevado su trabajo artístico a la sociedad civil. Aventura incluida, como su exitosa fuga de la Policía franquista por las cornisas del Clínico de Barcelona (una figura de altura, y pase el chiste fácil). Confluyen arte y vida en que se fugó disfrazado de médico, consiguiendo probablemente la interpretación más crucial de toda su vida.

Proveniente del Ampurdán, cuna de otros heterodoxos como Josep Pla o Salvador Dalí, Boadella hace buena la frase de que ningún gran artista acepta mansamente el mundo. Su enfrentamiento con las corrupciones de los nacionalismos populistas le llevó a involucrarse decisivamente en iniciativas cívicas como la creación del partido Ciutadans, que en el nivel de la calle catalana llegó a ser conocido como «el partido de Boadella», contra lo que también hubo de luchar para que su carisma personal no opacara a los legítimos destinatarios ciudadanos del proyecto político. Algo lógico, ya que existe una gran corriente de simpatía entre la gente de a pie a favor de quien da una patada al trasero del poder y escapa intacto. Boadella, sin embargo, se ha negado a anclarse en el simple papel de cómico social populista, al estilo Colucce y Beppe Grillo, y no ha dudado en gestionar con prudencia y buen criterio los Teatros del Canal cuando se le ha ofrecido la oportunidad.

Se dice que la insurgencia frente al poder, si no es erradicada completamente, en cierto modo vence. Si el poder no consigue que desaparezca del todo, a fin de cuentas, ha perdido algo frente a ella. Albert Boadella demuestra que no sabemos si el arte gana pero que, desde luego, es imprescindible para, en valores morales y dialéctica, no perderlo todo.