Marta Robles
El Papa de todos
Cuando eligieron a Francisco pensé, o más bien sentí, que la Iglesia por fin daba un paso hacia delante y entendía las necesidades de cercanía de tantos fieles. Hoy, meses después, su presencia y comportamiento en Brasil, me lo confirman. Francisco es el Papa «que toca», el de los abrazos, el que quiere restarle importancia a su «cargo» y ponerlo a disposición de cuantos lo necesitan. No juzga, no condena, sólo se coloca al lado de los más desfavorecidos, de los que sufren y les acompaña en sus dificultades, al tiempo que les ilumina con sus palabras. Francisco es, sin duda, ese Papa que esperábamos tantos, el que se remanga, el que se acerca, el que camina sin zapatos y hasta se siente mejor sin ellos. Es, por fin, ese representante de Dios en la Tierra que ofrece el mismo mensaje que Jesucristo, que no quiere vencer, sino convencer y que nos ha devuelto a tantos la esperanza. Ayer, en Río, hablaba de la importancia de la familia, de los abuelos...y lo hacía en discursos limpios, sencillos, serenos, repletos de emoción y carentes de palabras huecas. Me cuentan que algunos de los presentes no pudieron contener el llanto. De felicidad, de plenitud, de saber que alguien, por fin, escucha, atiende y comprende. Se me nota la devoción a este Papa, el de los pobres, el que siempre encuentra ese segundo impagable para consolar a quienes lo necesitan, ya vivan en favelas o lloren a las víctimas de un terrible accidente como el de Santiago. Es el Papa de todos y tal vez por eso, también, el Papa de cada uno. El mío, desde luego.
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