Carlos Rodríguez Braun
El reino de los Kuba
En las últimas décadas los economistas han redescubierto una vieja teoría de Adam Smith: las instituciones y los valores son importantes para el desarrollo económico. En un trabajo reciente, los profesores Sara Lowes, Nathan Nunn, James A. Robinson, y Jonathan Weigel estudian «los efectos que las instituciones pueden tener sobre la cultura: aquellas instituciones que incentivan a la gente a que actúe de una determinada manera pueden generar también normas culturales que induzcan a los individuos a preferir dichas acciones». Investigan el impacto de la formación de un Estado en la propensión de las personas a respetar reglas y obedecer leyes, a través de la creación del reino de los Kuba en África Central en el siglo XVII («The Evolution of Culture and Institutions: Evidence from the Kuba Kingdom», National Bureau of Economic Research Working Paper no. 21798, diciembre 2015).
El reino, que floreció entre los siglos XVII y XIX, fue formado por la unión de una veintena de grupos étnicos de culturas relativamente homogéneas. Ayudados por la geografía, con límites estables definidos por tres ríos, el reino prosperó gracias a diversos cultivos como el maíz, la patata y el tabaco traídos desde América. Contaba con una capital, una burocracia profesional, policía, ejército y una administración fiscal. Toda la estabilidad del reino de los Kuba estaba relativamente ausente más allá de los ríos limítrofes, habitados por tribus no muy distintas pero más pequeñas y al mando de caciques locales.
Los cuatro profesores mencionados llevaron a cabo experimentos para intentar medir el apego de la población al cumplimiento de reglas y compromisos, incluso cuando existe un incentivo monetario a no hacerlo. Hicieron el mismo experimento en Kananga, actualmente la ciudad más poblada del antiguo reino de los Kuba, y en las zonas que están apenas más allá de las fronteras del reino.
Los resultados de los experimentos fueron que los descendientes de los Kuba, es decir, lo que habían crecido dentro de un Estado, tenían una mayor propensión a violar las normas, a robar y a estafar. «Nuestros hallazgos demuestran que la cultura puede ser modificada por las instituciones públicas, y que ambas no son necesariamente complementarias». Lo que parece haber sucedido es una especie de «crowding-out», de efecto expulsión: el Estado Kuba sofocó las normas internas de seguimiento de reglas, que mantuvieron los grupos que estaban fuera del reino.
Estamos acostumbrados a pensar que los Estados siempre promueven las normas buenas, y desincentivan las malas, lo que está lejos de ser evidente. En el caso que nos ocupa, los resultados sugieren que una organización política puede conspirar contra reglas que son beneficiosas. «Una serie de estudios apuntan que la presencia de leyes e instituciones –en contraste con su ausencia– puede en ocasiones socavar tanto normas culturales como motivaciones internas».
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