Literatura
El «sensacionismo»
-El sensacionismo (que no «sensacionalismo») consiste en una forma de ver la realidad centrándose en las sensaciones que produce, una forma genuinamente intelectual de acercamiento a aquélla, desinteresándose por aquello que no produzca sensación. Además de la forma en que el arte puede representar lo social, es una manera también de acercarse al arte mismo, e incluso de explicar (como veremos después) la sociedad de nuestro tiempo. Un antecedente sería Fernando Pessoa (Reis y Caeiro) cuando proclama el principio de la supremacía de la sensación, ya que la base de todo arte y de la realidad misma es la «sensación intelectualizada», entre otros pasajes cuya cita desbordaría las pretensiones de este artículo. En este sentido histórico, el sensacionismo tendría referencias en el Barroco y su nostalgia por otros mundos que trascienden de la pura realidad inmediata, mediante el gusto por la ficción y la metáfora. Otra relación puede establecerse con el simbolismo de Moreau, Odilon Redon y otros, cuyo objetivo no es otro que la causación de tal sensación trascendente al objeto (Juan Ramón Jiménez es otro referente directo, así como la obra Au rebours de K. Huysmans, en cierta medida la semiótica, el constructivismo y el expresionismo).
–Tal «sensación» sería una clave para entender el arte desde siempre y las mejores obras literarias y musicales del siglo XX (en el Ulises, una vez se desintegra la palabra, cuál es su mérito sino el de la sensación creada, la Naúsea..., El Preludio a la siesta del fauno de Debussy –éste de 1894– o Mallarmé, los grandes conciertos de Bartok o Kachaturian) y acaso en especial las obras musicales de la segunda mitad del pasado siglo que llegan a perder todo discurso. El sensacionismo en la música aparece en sentido puro, y en la literatura los mejores pasajes no son sino formas de producción de sensaciones, sin necesidad de llegar por ello al extremo de pensar que solo la metáfora es real (como cuando Rilke una vez cuenta que en un pueblo había un animal que no existía, pero que, como todos lo amaban, llegó a ser un animal real). Como todo método de interpretación, también éste tiene sus riesgos: el problema del sensacionismo se observa cuando se profundiza en lo más puro de sí mismo (que son las relaciones de sinestesia), cuestión que nos llevaría, sin trascender del arte, a ciertos debates entre pureza y contaminación de sus propias esencias.
–Pero el sensacionismo, en una acepción posible más genérica y para nada filosófica, sería un concepto clave para caracterizar la sociedad de nuestro tiempo. Igual que otros tiempos tomaron la etiqueta de romanticismo o clasicismo, en la actual cultura de masas la sensación es el concepto adecuado a la nueva realidad social, porque se adecua a nuestra pretendida intensa pero moderada forma de vivir: lo que explica el éxito de los deportes o de los espectáculos de masas es que son un cauce para la experimentación de tales sensaciones, o de los viajes cuyo motivo es este mismo aunque puedan ser de distinto tipo, o en parte de la propia tecnología, de modo que los momentos que realmente existen no son los que están en contacto con la realidad misma, por mucho que pueda manifestarse de forma inmediata, sino aquellos otros que permiten disfrutar sensaciones que definen la realidad misma. El sensacionismo, algo consustancial a la persona desde siempre, ahora es pues característica acusada definitoria. En definitiva, si algo triunfa es porque consigue producir sensaciones (a los individuos-masa), siendo el mercado el instrumento.
–Estamos ante un nuevo concepto capaz de caracterizar la realidad misma. Y ésta en sus posibles distintos niveles: el más básico de la gente normal, pero también aquel otro ascendente o superior con formas más sofisticadas de acercamiento a la realidad de modo intelectual, centrándose en la observación de aquellos fenómenos que, si tienen interés, es por su causación de sensaciones, no solo en contacto con la naturaleza o el arte principalmente (pudiéndose relegar la importancia del relato o de la narración misma en aras de aquello otro), sino en contacto con la propia realidad material misma, fijándonos o seleccionando de ésta lo que produce alguna sensación y descartando el resto –en el fondo una forma de hedonismo (y de poesía o visión musical de las cosas) es el sensacionismo–. Un experimento éste, cuya explicación final y acabada podría hacerse en otra parte sobre la base no de referencias de ensayo, como aquí se ha hecho, sino de un material elaborado al efecto.
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