Gaspar Rosety

El tiempo y el viento

La Razón
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Hace apenas unos meses, Vicente del Bosque no valía ni para freír palomitas en una tarde de invierno y resultaba imprescindible expulsar de la Selección al entrenador y a doce o catorce futbolistas, todos ellos, viejos, inútiles, cansados, hartos de victorias y sin ilusión. Hace pocos meses, Iker Casillas estaba gordo, se chivaba de los comentarios de sus compañeros de vestuario, era silbado por algunos de los que se llamaban seguidores de su propio equipo y hasta tenía una novia problemática que lo distraía durante los partidos. Somos España, la misma España de siempre, el mismo país de siempre y nos manifestamos con las mismas reacciones de siempre.

Ahora, tras un partido bien jugado, con un gran número de los futbolistas jubilados del Mundial y de la última y brillantísima Eurocopa de Ucrania y Polonia repescados y en sus funciones, resulta que todos han vuelto a recordar sus maneras de jugar al fútbol, el seleccionador se ha recobrado de la presunta enajenación mental transitoria y hasta Iker ha vuelto más guapo, con melena y sonriente, y con la misma bella novia que, además de padre, le hace hombre feliz.

Cuesta trabajo creer en la volubilidad de las personas, no sólo de los periodistas deportivos que ahora cimbrean a ritmo de los resultados de cada fin de semana, sino en la sensación de constante veleta social que ofrece España con una falta de criterio alarmante ante la peligrosa ausencia de criterio. El tiempo cambia constantemente los vientos.

El fútbol no es excepción y, si extrapolamos estas frivolidades a la política, comprenderemos por qué seguimos sin un rumbo fijo, sin una nueva Ley del Deporte y sin tantas cosas más. Hay demasiados locos sueltos.