Nacionalismo

El vaticinio de Joan Esterlich

La Razón
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Joan Estelrich fue un reconocido humanista, un europeísta, un liberal de derechas poliglota y bon vivant, mallorquín que amó profunda e intensamente a Cataluña, brillante periodista, escritor comprometido y colaborador del financiero Joan March, diputado de la Lliga Regionalista de Catalunya, el partido de Cambó. Discípulo y luego rival de Eugeni d’Ors, amigo de Josep Pla, descendiente de «una raça pagesa i forta de Felanitx» convertido en diplomático y colaborador de la obra de la Mancomunidad. Tenía claro que la catalanidad sólo se podía entender integrándose en la gobernabilidad de España «en pura lógica sólo dos posiciones son legítimas en Catalunya, la de querer garantizar el libre desarrollo de los catalanes en la intervención, dominando el gobierno de España, o los que quieren separarse de España», y se esforzó en eliminar los vestigios del nacionalismo aldeano de Prat de la Riba, que sobrevivían en el discurso catalanista conservador. En 1932 publicó el libro «Catalanismo y Reforma hispánica», inmejorable alegato sobre la dualidad del sentimiento mayoritario en el principado, la naturalidad con la que sentimos nuestra catalanidad como expresión hispánica: «Lo que nosotros queremos es que todo lo español se acostumbre a dejar de considerar lo catalán como hostil y que se considere como auténticamente español, y que una vez se acepte la forma que tenemos nosotros de sentirnos españoles que es la de ser catalanes ... que la garantía de ser españoles consiste en ser muy catalanes, porque el contrario es ir en contra de la naturaleza. Y por lo tanto la gente ha de acostumbrarse a considerar el catalanismo, no como un hecho antiespañol, sino como un hecho españolista». Promotor cultural, se desvivió por acercar el pensamiento europeo clásico a los lectores a través de la dirección de la «Fundació Bernat Metge», el proyecto cultural más ambicioso en Cataluña en el siglo XX, entendiendo que a través de la cultura se superarían las diatribas de la lucha de clases, el populismo anarquizante y el caciquismo, y vivió con intensidad el afán normalizador de la lengua catalana a través de los clásicos. El 14 de abril de 1931 se proclamó la República Catalana, y Estelrich hizo este vaticinio: «Cataluña no podrá nunca redimirse de haber preferido un catastrófico como Macià a un constructor como Cambó». Los sucesos se precipitaron, el catalanismo murió aplastado por el populismo separatista del indecente Companys que dio alas al anarquismo asesino, y Estelrich vaticinó que el fracaso colectivo del catalanismo fue corresponsable del estallido de la Guerra Civil, aun dudando en sus apoyos iniciales, tal como reflexionó en sus dietarios «como catalán, he de desear el triunfo del Gobierno y como español, el de los sublevados». Colaboró con Cambó en la creación de la Oficina de Prensa y Propaganda establecida en París por el líder de la Liga a favor del ejército nacional, ejerciendo labores de coordinación del servicio de espionaje. Director de la revista «Occidente» en los años 50 fue nombrado embajador de España ante la Unesco. Estelrich argumentó que el inicio de la Guerra Civil se debió, en buena parte, a la pérdida de la hegemonía política del catalanismo conservador ante un nacionalismo radical y de izquierdas. 85 años después de la proclama separatista de Macià, podemos repetir la trágica historia. Estamos a tiempo de evitarlo, y la vicepresidenta del Gobierno tiene una misión importante. Que tengamos suerte.