Cástor Díaz Barrado

Emergentes

La crisis económica ha golpeado duramente a la economía mundial en su conjunto, pero en particular, a los países más desarrollados. Europa y, en concreto, la zona euro, han sentido el impacto de la crisis financiera y se están realizando ajustes que, ni por asomo, nos podíamos imaginar en la época de la bonanza económica. Parecía que los países emergentes estaban fuera del alcance de los efectos más perversos de la crisis y que representaban una esperanza para el crecimiento económico y la estabilidad mundial. Las economías de China o Brasil se constituyeron en ejemplos cotidianos de desarrollo y auguraban el establecimiento de una situación de bienestar para todos sus ciudadanos. La inestabilidad que aqueja a la economía del planeta se está dejando sentir, también en los países emergentes. La devaluación abrupta del peso argentino ha hecho saltar todas las alarmas y ha producido, por ahora, un efecto contagio que ha alcanzado a países tales como Turquía o Brasil. No sabemos cuál será el final de todos estos sobresaltos, pero estamos seguros que no se puede confiar en los vaticinios ni en las previsiones. Los países emergentes de América tendrán más dificultades puesto que no han optado por crear espacios sólidos de integración económica y, asimismo, los países emergentes de Asia se enfrentan no sólo a la definición de un modelo económico claro sino, también, a la fragmentación que habita en este continente. El estado de bienestar, consagrado en una parte de Europa durante el siglo XX, debe permanecer. Es el mejor modelo económico y habrá que derrochar lo mayores esfuerzos para mantenerlo. No podemos ceder a los espejismos de que los modelos de los países emergentes son los mejores y ni tan siquiera el modelo norteamericano. Europa debe tener capacidad de resistencia y no es verdad que nuestro modelo de bienestar sea insostenible. Habrá que hacer ajustes, reformas, modificaciones y adoptar cuantas medidas sean necesarias para asegurar la estabilidad económica, pero sería equivocado cambiar radicalmente nuestros objetivos. Europa precisa emerger en el panorama mundial y, para ello, es necesario el compromiso firme de todos los ciudadanos. Estamos en mejores condiciones que la mayor parte de los países del planeta para afrontar la crisis económica y disponemos de la herramienta fundamental para lograrlo. La Unión Europea es el mejor proceso de integración y el cauce necesario para afianzar nuestro modelo. Los países emergentes están ahora en el punto de mira de los mercados y quizá deban reflexionar sobre la consistencia del modelo económico que han seguido hasta ahora.