Restringido

Encuestas caras

Seis científicos italianos han sido condenados a 6 años de prisión cada uno por subestimar los riesgos de un terremoto que devastó una región de Italia en 2009. ¿Considera que debería imponerse una pena similar a los economistas que no avisaron de la Gran Recesión de 2008?

Ésta es una de las primeras cuestiones que planteo a mis alumnos cuando explico macroeconomía. La respuesta que dan aquellos que han estudiado con más detenimiento la materia es que no cabe sanción, porque la economía no es una ciencia exacta, no puede predecir de la misma manera que lo hace la física o las matemáticas.

Ésa es la penitencia de las ciencias sociales, ocurre lo mismo con la sociología y con todas las disciplinas que se dedican al comportamiento de las personas en sociedad.

En Reino Unido hemos visto el último fracaso de los sondeos electorales que habían pronosticado un empate técnico entre tories y laboristas. Nada que ver con el desplome de la izquierda en las urnas y la flamante mayoría absoluta conservadora. Ha tenido como consecuencia la dimisión de tres líderes políticos: Miliband, Clegg y Farage.

Sin duda, su dimisión está más estrechamente ligada a la brecha que se ha producido entre las expectativas generadas y los resultados obtenidos que con los resultados en sí mismos, de igual manera que cuando un partido político supera mínimamente las previsiones que han proyectado los sondeos es considerado como todo un éxito.

No es la primera vez que las encuestas fallan, ya lo hicieron estrepitosamente en 1992, también allí, en el Reino Unido. Pero no hace falta ir tan lejos. En España ningún estudio electoral anticipó el importante voto que recayó en Podemos en las elecciones europeas. Y a la inversa, en la elecciones andaluzas de 2012 pronosticaban una amplia victoria de Javier Arenas. En esa comunidad autónoma hay más ejemplos: el pasado mes de marzo, cuando no se predijo correctamente el resultado de algunos partidos políticos como Ciudadanos y Podemos.

La siguiente pregunta que formulo a mis alumnos es si consideran útil un modelo económico que no pronostica con exactitud la evolución del producto interior bruto. La respuesta es que sí. A pesar de que es imposible diseñar un modelo econométrico que pueda predecir con exactitud, son útiles como una variable más para diseñar la política económica en tanto sean capaces de explicar adecuadamente los hechos presentes.

Las encuestas son un instrumento valioso bien utilizado. Uno puede tener una idea aproximada de lo que opinan cuarenta o cincuenta millones de personas preguntando a una muestra de poco más de un millar con un margen de error del 3%.

El problema se genera cuando los economistas quieren ser matemáticos del comportamiento humano y se alejan de la economía política, que es mucho mas útil al debate y acción de gobierno, y los políticos toman las previsiones demoscópicas de los sociólogos como si se tratase de la primera ley de Newton.

Una de las tentaciones, y también de los errores, de cualquier dirigente político es tomar decisiones en función de lo que marcan las encuestas. En ese momento una ciencia social, impotente para predecir con exactitud, sustituye a la política. La política exige tomar decisiones incalculables, cuestiones para las que no hay una respuesta única y verdadera de antemano. Por eso mismo, los que creen que un buen marketing electoral y una encuesta apropiada conducen al éxito electoral, se equivocan de raíz.

El culto místico a los sondeos puede hacer caer en una tentación, a los menos éticos, de intoxicar con la existencia de encuestas que ni siquiera existen para animar a sus correligionarios, desanimar al contrario, o lo que es más grave aún, para fines tan poco legítimos como erosionar e incluso acabar con un adversario interno.

Pero esa entrega del poder de decisión de la política a los laboratorios de sociólogos tiene otras consecuencias de profundo calado. Cuando los ciudadanos van a las urnas se hacen responsables del resultado democrático de otorgar un crédito político a una opción. Sin embargo, no hay ningún seguro que cubra a la sociedad de las consecuencias de las decisiones tomadas por un partido político en función de una encuesta o cualquier otro método alejado de la política y la democracia.

Un histórico socialista andaluz cuando alguien mostraba una encuesta que proyectaba un magnífico resultado solía bromear diciendo: «Qué bien te da la encuesta, te habrá costado carísima». Aunque cara, lo que se dice caras, les ha costado a los líderes británicos dimitidos.