Música

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Enfermedades y sustituciones

La Razón
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Hay un refrán español que expresa que «no hay mal que por bien no venga», que, en el caso que nos ocupa, da en la diana. En los últimos diez días han enfermado, cancelado sus actuaciones y abierto el camino de las sustituciones nada menos que seis directores de orquesta. El canadiense Yannick Nézet-Séguim manifestó tener problemas en un brazo y dejó plantada nada menos que a la Filarmónica de Berlín. En estos casos nunca se sabrá si la afección es real o, como le sucedió al director y pianista Askenazy en Madrid, se trataba de otra razón más o menos inconfesable. El caso es que le servirá al francés Ludovic Morlot para dar un paso importante en su incipiente carrera. Kirill Petrenko, el foco de casi todas las atenciones entre los críticos, canceló sus tres conciertos con el Concertgebouw para ceder paso a Cristian Macelaru, quien precisamente empezó su ascensión sustituyendo a Pierre Boulez con la Sinfónica de Chicago en 2012. El peculiar virus pasó de Berlín y Amsterdam a Múnich y Luxemburgo. Gustavo Dudamel tuvo que renunciar a otros tres conciertos, que tomó nuestro Juanjo Mena. Su paso por la Bayerische Rundfunk consolidará su presencia en Europa. Mena anda pendiente de tener que presentarse en Boston en fechas próximas para otra posible salvación. En Luxemburgo hubo otra cancelación y Rafael Payare fue sustituido por Dmitri Liss con la Filarmónica de la ciudad. Marzena Diakun voló de Varsovia a Liverpool para relevar a Juraj Valcuha y Dima Slobodeniouk, titular de la Orquesta Sinfónica de Galicia, se subió a su avioneta para dirigir a la Sinfónica de Londres en la parte de su gira finlandesa que se confiaba inicialmente a Michael Tilson Thomas. Hemos de prestar atención a Slobodeniouk, un maestro que puede dar mucho que hablar dado que este año también debutará con la Filarmónica de Berlín y, en esta ocasión, sin sustituir a nadie. Las enfermedades dan muchas oportunidades a que otros artistas puedan demostrar su valía. Los recientísimos ejemplos anteriores se refieren a directores de orquesta, pero no está de más recordar cómo llegaron al estrellato algunos cantantes operísticos. Montserrat Caballé, en el Carnegie Hall en 1965, cantó «Lucrecia Borgia» tras la cancelación de Marilyn Horne. Plácido Domingo saltó a la fama sustituyendo en un último momento en una «Adriana Lecouvreur» a Franco Corelli en el Met en 1968. También José Carreras debe en parte agradecimiento al mismo Corelli por una «Tosca» en Múnich. Juan Diego Flórez se lanzó al ruedo rossiniano de Pésaro con una «Matilde di Shabran» en lugar de Bruce Ford en 1996... Entonces había «covers» mientras que ahora han desaparecido en muchos teatros, que han de acudir a la pregunta: «¿hay algún tenor en la sala?» como sucedió en el Covent Garden y, si no lo hay, entonces se ofrecen extractos de la ópera sin el ausente.