Irene Villa

Enhorabuena

Enhorabuena a los afectados por la talidomida: por fin tienen una sentencia a su favor. ¡Cómo no sentirme cerca de ellos si la primera que vino a darme ánimos al hospital, con una discapacidad similar a la de mi madre y la mía, fue víctima de ese fármaco! Su madre creyó que estaba combatiendo el malestar y los vómitos del embarazo, pero estaba creando además una malformación en brazo y pierna de mi amiga Esther. Su sentido del humor hizo que se apodara a sí misma y a todos los que tenemos alguna discapacidad, «estrompi», y así nos seguimos llamando. La sentencia es un homenaje a todas las madres, muchas ya no están, pero desde el cielo celebrarán la justicia. También quiero dar aliento a quienes, por el contrario, una sentencia les quitó la razón aún teniéndola. Como un chico que perdió las dos piernas al ser arrollado por el metro cuando tenía 17 años, y se quedó sin la indemnización clave para recuperar lo perdido –aunque de otro material–. Y es que las prótesis se convierten en artículos de lujo en España, y es muy duro saber que el calvario de tantos años de papeleos, idas y venidas, esfuerzo, recursos, tiempo y ganas, han sido en vano. Solo queda mandar fuerzas a todos los que han sufrido una desgracia y no han tenido el respaldo y la comprensión que hemos tenido otros. Porque las personas están por encima de las empresas y entes públicos, no vendría mal humanizarlas por seguridad y comprensión, al fin y al cabo, están para servirnos.