Alfonso Ussía

Errores éticos

Le sobra razón al joven dirigente comunista Alberto Garzón, que tiene la fortuna de no llamarse Baltasar para así evitar confusiones. Lo de Tania Sánchez, adjudicando desde el Ayuntamiento de Rivas Vaciamadrid más de 1.300.000 euros a la empresa de su hermano, experta en dinamizar piscinas, no es corrupción sino un «error ético».

Ya era hora de que alguien, con dos dedos de frente y plausible serenidad pusiera las cosas en su sitio.

En 1987, el noble y ejemplar vizconde de Pirolas de Palamós, padeció lo indecible con la infidelidad de su bellísima mujer. Como todo noble venido a menos, vivía en un enorme edificio de viviendas construido en los alrededores de San Feliú de Guixols. Era de carácter bondadoso y muy dado a acumular amistades por aquello de su bonhomía. Pero su esposa, aunque sea políticamente incorrecto escribirlo, era un pendón desorejado. En la comarca montañesa del Pas hubieran dicho de ella que era «muy putísima». Se aseguraba que todos los hombres que vivían en su mismo inmueble habían disfrutado de las ardientes fogaradas de la vizcondesa, con excepción del portero del edificio, que no lo hizo por ser un portero automático. Él lo sabía y sufría con hondura su desgracia. Un amigo, harto del padecimiento del vizconde, intentó su reacción con crudeza. –¡Eres un cornudo y un cabrón con pintas!–; pero el perjudicado, haciendo gala de su exquisita educación le respondió: –No soy un cornudo; si acaso, un error cérvido–.

El cajero de un banco no podía evitar trasladar a su bolsillo cuando cerraba la caja unos agradables centenares de euros. Al cabo del tiempo, el director de la agencia sospechó, y después de una breve investigación, el cajero confesó su culpa y fue puesto a disposición judicial. Su señoría le preguntó: ¿Reconoce que ha robado a su empresa 67.450 euros? El cajero, persona de gran sensibilidad y buen criterio, como el señor Garzón, respondió: –No, señoría. Yo no he robado nada. Se trata de un «error económico de flecos imprevistos».

Los criminales aficionados a disparar al prójimo, podrán excusarse a partir de ahora en «el error balístico», y los violadores en «el error tórrido-primaveral», aunque culminen su despreciable delito en pleno invierno. Los árbitros de fútbol, quizá los más insultados de España, se acogerán con toda seguridad en el improbable caso de aceptar un soborno, en el «error de pito». «No era mi intención señalar la pena máxima, pero el pito sonó contra mi voluntad y ya no pude volverme atrás». El «error de pito» lo denominaría Alberto Garzón «error silbático».

Se ha demostrado que Tania Sánchez desconocía que el beneficiado de las subvenciones de su Ayuntamiento era su hermano, el gran dinamizador de piscinas municipales y proyectista de «talleres progresistas». De existir algún culpable en este meollo exageradamente denunciado por los medios de comunicación de la Caverna, ese culpable es el secretario municipal que no advirtió a Tania del error ético con carácter continuado que estaba cometiendo. Y si me apuran, también podría ser imputado por culpabilidad el encargado de la piscina municipal, al que no extrañó que siempre la «dinamizara» la misma persona, a saber, el hermano de Tania, lo cual demanda la exigencia de responsabilidades políticas municipales por cometer un «error dinámico».

De tal guisa, que recibir dinero de Irán para financiar «La Tuerka» es un «error pérsico», si proviene de Venezuela un «error madurítico» y no devolver los dineros de una beca por un trabajo no hecho, un «error práctico». Un error detrás de otro, pero sólo errores, faltaría más, compañero Garzón.