Julián Redondo
Eterno Blatter
Carlo Ancelotti, que es la mesura, la ponderación, la educación, la equidistancia, la sensatez, si tuviera que elegir entre Blatter, Figo, Van Praag y el príncipe Ali bin Hussein para presidir la FIFA probablemente apoyaría al ex futbolista. Intuyo. Ancelotti es un hombre de fútbol que ha cubierto con éxito todas las etapas desde el césped al banquillo, y un hombre de club que no mea fuera del tiesto. Sabe el lugar que ocupa y como equilibrista no tiene precio. Hace encaje de bolillos con la plantilla, no se vuelve loco con las rachas triunfales ni pierde el oremus por dos derrotas consecutivas. Sí, votaría a Figo, a quien la FIFA exige dos años de prácticas en un despacho si pretende suceder a Blatter. De chiste. El precepto oscila entre lo ventajista y lo ridículo. Aparte de su currículo deportivo, qué más tiene que aportar para disputar el trono al suizo.
El único rasgo común que Blatter y Figo comparten es que son políglotas. Blatter jugó en un equipo de aficionados y antes de colocarse en la FIFA fue relaciones públicas. Figo, además de la camiseta del Sporting, vistió la del Barcelona, el Madrid y el Inter, ganó ocho ligas, una «Champions», un Mundial sub’20, una Intercontinental, un Balón de Oro... ¿Y Blatter? No consta trofeo alguno en su árido palmarés.
Figo, joven (42 años) aunque suficientemente preparado, tiene que demostrar que fue un auténtico «pisamoquetas» en las oficinas del Inter, que da más empaque que pisar el césped, formalidad innecesaria entre sus rivales. Es como si Alexis Tsipras hubiese tenido que pasar por Davos y por Bilderberg para concurrir a las elecciones griegas. Sólo con Synaspismos –no confundir con sinapismo– y Syriza ha arrasado. Europa tiembla, ¿y la FIFA?, como si oyera llover.
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