Alfonso Merlos

Evasión y derrota

La Razón
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El espectáculo del robo en diferido. El que se perpetró en su momento y el que ahora se reproduce. Los Pujol. El escándalo que significa una forma de amasar dinero ilegal e ilegítima. Obscena. El insulto a la mayoría absolutísima de los ciudadanos catalanes. Salvo a los indoctos y atolondrados a los que les importa tres pimientos que sean «los suyos» los que les meten la mano en el bolsillo. ¡Infelices!

La Fiscalía lo ha definido de forma imperfectible: no nos hallamos tanto ante una familia cuanto ante una organización criminal. Con una estrategia definida. Con un reparto de papeles. Con una actuación coral. Con una desvergüenza que desborda los límites de lo imaginable entre los políticos de la vieja Europa. De Jordi padre hasta el último de los hijos. Son una mancha. Por sus mentiras. Por sus métodos mafiosos para la evasión fiscal. Por haberse convertido en una hez insalvable para los intereses de los separatistas. Algo putrefacto, maloliente. El desecho.

No son calificativos ni descalificativos. Es el retrato fidedigno sobre lienzo tras el trabajo abnegado y prolongado del Cuerpo Nacional de Policía, de la Guardia Civil, de todos aquellos órganos que judicialmente persiguen y reprimen el delito. Lo nunca visto en un clan. La avaricia que no rompe el saco sino que destruye la caja y los sueños de quienes albergan respetables aspiraciones para una Cataluña encajada en España de forma diferente.

Pueden dar las gracias los Pujol-Ferrusola en el actual momento procesal. De la ley de la gravedad para abajo, todas establecen que vulgares ladrones de esta índole hace demasiado tiempo que deberían pasar las noches en celdas de tres por dos. Y reflexionar. Al sol o a la sombra. Cautelarmente. En cualquiera de nuestras cárceles.