Alfonso Ussía
Excalibur
La izquierda más radical, histérica y aparentemente buenista, tiene un nuevo frente de lucha. El perro Excalibur. El ébola es una excusa para acusar al Gobierno, que hizo muy bien en repatriar a los dos misioneros españoles contagiados, precisamente, por su entrega y amor al prójimo desheredado durante toda la vida. Los terroristas islámicos se llevaron por delante la vida de casi doscientos inocentes en el atentado más brutal y estremecedor ocurrido en España. Y la izquierda más radical, histérica y buenista, incitada por el PSOE, Rubalcaba y la SER, señaló a José María Aznar y al Gobierno del PP como culpables de la masacre. Con el «Prestige» había sucedido lo mismo. Por las reacciones de esa izquierda tan sencillamente manipulable e influíble, se estimó que el armador de aquel barco que navegaba en pésimas condiciones era Aznar, Álvarez-Cascos el Capitán y Mariano Rajoy el Jefe de Máquinas. «Nunca Mais» y otras zarandajas y tropelías. Y ahora les ha venido de perlas el ébola. Los Estados repatrían a sus enfermos, y lo mismo hace la ONG mundial Médicos Sin Fronteras con sus médicos, enfermeras y asistentes sanitarios contagiados por el virus maldito. Pero aquí, también los canallas son Rajoy y el PP. Y el ébola se ha convertido en un asunto político, que no humano.
Que hubo un fallo en el protocolo de seguridad es indudable. Y que la responsabilidad política corresponde a la ministra de Sanidad, Ana Mato, indiscutible. Su dimisión tendría que haberse producido al término de su desafortunada convocatoria a la prensa. Pero vivimos en una sociedad tan extraña que muy pocos se acuerdan de Teresa Romero, la auxiliar de enfermería que combate con la muerte, mientras la masa defiende a un perro, Excalibur, propiedad del marido de la enfermera contagiada. La Comunidad de Madrid ha adoptado la decisión de sacrificar al perro, pero su propietario, Javier Limón, ha usado de las redes sociales para convertir a Excalibur en el nuevo mártir de los «asesinos» del PP.
El señor Limón no ignora que en los parques, jardines y calles en los que Excalibur desahoga sus necesidades fisiológicas, juegan niños y pasean jóvenes, maduros y ancianos. Resulta tristísimo aceptar como acertada la medida de sacrificar a un perro al que se quiere y siempre acompaña. Todavía recuerdo a mi labrador «Sem» que era melómano. Pero ningún defensor de la vida de Excalibur ha movido un dedo para protestar por los más de 130.000 seres humanos que se sacrifican, se asesinan en España cada año mediante la Ley del Aborto más permisiva de las naciones occidentales. Ahí sí puede ser el PP considerado como cómplice de un genocidio espantoso con los seres humanos más indefensos, enviados a las caras trituradoras que procura el gran negocio del aborto. Muy pocos de los que protestan por el posible sacrificio de Excalibur, han lamentado el fallecimiento de dos españoles que dedicaron toda su vida a socorrer a los más afligidos en zonas deprimidas y de alto riesgo de África. El nuevo «Prestige», el nuevo 11-M, se llama Excalibur.Un precioso y simpático perro que ignora su protagonismo político.
Lamentaría la muerte de Excalibur, en el caso de que se produjera. Me preocupa infinitamente más –y lo siento–, la vida de Teresa Romero, y la de posibles contagiados, entre ellos, el señor Limón. Pero el ébola no puede convertirse en un proceso político al Gobierno. Se trata de una desgracia que nos preocupa a todos. España hizo bien en repatriar a sus héroes agonizantes.
Otra cosa es que Ana Mato esté obligada a dimitir. Que lo está. Con o sin Excalibur.
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